8.2.08

CAPITULO 14

Capítulo 14
El ladrón
Harry abrió los ojos y quedó deslumbrado por el verde y dorado; no tenía ni idea de lo que había sucedido, solo sabía que yacía en lo que parecían hojas y ramitas. Luchando por llevar aire a unos pulmones que parecían aplastados, parpadeó y se dio cuenta de que la luz deslumbrante de colores chillones era la claridad del sol, que se colaba a través de un dosel de hojas a mucha altura sobre él. Se apoyó en las manos y se puso de rodillas, preparado para enfrentarse a una criatura pequeña y feroz, pero vio que el objeto era el pie de Ron. Mirando alrededor Harry observó que él y Hermione yacían sobre el suelo de un bosque, aparentemente solos.
El primer pensamiento de Harry fue que era el Bosque Prohibido, y por un momento, incluso sabiendo lo tonto y peligroso que sería que Aparecerse en los terrenos de Hogwarts, su corazón dio un salto al pensar en escabullirse entre los árboles hacia la cabaña de Hagrid. Sin embargo, en los pocos momentos que le llevó a Ron emitir un gruñido bajo y a Harry empezar a gatear hacia él, se dio cuenta de que éste no era el Bosque Prohibido. Los árboles parecían más jóvenes, había espacios más amplios y el terreno era más claro.
Se encontró con Hermione, también apoyada sobre las manos y rodillas, junto a la cabeza de Ron. En el momento que sus ojos se posaron sobre Ron, todas las otras preocupaciones volaron de la mente de Harry, ya que la sangre empapaba por completo el lateral izquierdo de Ron y su cara de color blanco grisáceo, destacaba sobre el suelo lleno de hojas. La poción multijugos ahora estaba desapareciendo. Ron estaba a medio camino entre su apariencia normal y la de Cattermole, su pelo se volvía más y más pelirrojo mientras su cara perdía el poco color que le quedaba.
—¿Qué le ha pasado?
—Se escindió —dijo Hermione, con los dedos ya ocupados en la manga de Ron, donde la sangre era más abundante y oscura.
Harry miró, horrorizado, como abrí con violencia la camisa de Ron. Siempre había pensado que escindirse era algo cómico, pero esto… Sus tripas se revolvieron con desagrado cuando Hermione descubrió el antebrazo de Ron, donde faltaba un gran pedazo de carne, sacado limpiamente como si se hubiera usado un cuchillo.
—Harry, rápido, en mi bolso hay una pequeña botella con la etiqueta ‘Esencia de Díctamo…
—El bolso… sí…
Harry se apuró hacia el lugar donde había aterrizado Hermione, agarró el pequeño bolso adornado con cuentas y metió la mano en el interior. Al momento, empezó a tocar objeto tras objeto: sintió lomos de cuero de libros, mangas de lana de jerséis, tacones de zapatos…
—Rápido.
Agarró su varita del suelo y la apuntó a las profundidades del bolso mágico.
—¡Accio Díctamo!
Una pequeña botella marrón salió zumbando del bolso; la cogió y volvió con rapidez junto a Hermione y Ron, cuyos ojos ahora estaban medio cerrados. Todo lo que se veía entre sus pestañas eran franjas del blanco globo ocular.
—Se ha desmayado —dijo Hermione, que también estaba bastante pálida; ya no parecía Mafalda, aunque su pelo todavía estaba gris en algunas partes…
—Destápala en mi lugar, Harry, me tiemblan las manos.
Harry arrancó el tapón de la pequeña botella, Hermione la cogió y vertió tres gotas de la poción en la herida que sangraba. Un humo verdoso se elevó hacia arriba y cuando se aclaró, Harry vio que la sangre había dejado de manar. Ahora la herida parecía que tuviera varios días; una piel nueva se estiraba sobre lo que un momento antes había estado en carne viva.
—Guau —dijo Harry.
—Es todo lo que me siento segura de hacer —dijo Hermione temblorosa—. Hay hechizos que lo curarían completamente, pero no me atrevo a intentarlos por si acaso me salgan mal y cause más daño… Ya ha perdido tanta sangre…
—¿Cómo se hirió? Quiero decir... —Harry sacudió la cabeza intentando aclararla, para darle sentido a lo que fuese que hubiera sucedido— ... ¿por qué estamos aquí? Creía que íbamos a volver a Grimmauld Place.
Hermione inspiró profundamente. Parecía estar al borde de las lágrimas.
—Harry, no creo que vayamos a poder volver allí.
—¿Qué estás…?
—Cuando desaparecimos, Yaxley me agarró y no pude deshacerme de él, era demasiado fuerte, y todavía estaba sujeto cuando llegamos a Grimmauld Place. Y entonces… bueno, creo que debió haber visto la puerta y pensar que parábamos ahí, así que aflojó su agarre, conseguí apartarlo y nos traje aquí.
—Pero entonces, ¿dónde está? Espera un momento… No querrás decir que está en Grimmauld Place, ¿no? No puede entrar allí, ¿verdad?
Los ojos de ella brillaron con lágrimas no derramadas mientras asentía.
—Harry, creo que puede, yo... lo obligué a soltame con una Maldición de Repulsión, pero ya le había metido dentro de la protección del encantamiento Fidelius. Desde que Dumbledore murió, hemos sido Guardianes Secretos, así que le desvelé el secreto, ¿verdad?
No había fingimiento posible. Harry estaba seguro de que tenía razón. Fue un serio golpe. Si ahora Yaxley podía entrar en la casa, de ningún modo podían regresar. Incluso ahora podría estar llevando a otros mortífagos allí mediante la Aparición. A pesar de lo sombría y agobiante que era la casa, había sido su único refugio seguro; precisamente ahora, que Kreacher era mucho más feliz y amistoso, una especie de hogar. Con una punzada de pesar que no tenía nada que ver con la comida, Harry se imaginó al elfo doméstico preparando el pastel de bistec y riñón que Harry, Ron y Hermione nunca comerían.
—¡Harry, lo siento, lo siento tanto!
—¡No seas tonta, no fue culpa tuya! Si acaso, fue mía...
Harry metió la mano en su bolsillo y sacó el ojo de Ojoloco. Hermione retrocedió, con expresión horrorizada.
—Umbridge lo colocó en la puerta de su oficina, para espiar a la gente. No podía dejarlo allí… pero así fue como supieron que había intrusos.
Antes de que Hermione pudiera responder, Ron gimió y abrió los ojos. Todavía estaba gris y su cara brillaba por el sudor.
—¿Cómo te sientes? —susurró Hermione.
—Fatal —dijo Ron con voz ronca, haciendo una mueca de dolor al sentir el brazo dolorido—. ¿Dónde estamos?
—En el bosque donde celebraron la Copa Mundial de Quidditch —dijo Hermione—. Quería algún sitio apartado, oculto, y este fue…
—… el primer lugar en el que pensaste —terminó Harry por ella, echando un vistazo alrededor al claro aparentemente desierto. No pudo evitar recordar lo que había sucedido la última vez que habían Aparecido en la primera localización. Hermione había estado pensando en cómo los mortífagos los habían encontrado a los pocos minutos. ¿Había sido Legelemancia? ¿Sabían Voldemort o sus secuaces, incluso ahora, a dónde los había llevado Hermione?
—¿Crees que deberíamos movernos? —preguntó Ron a Harry, y Harry pudo ver por la expresión de Ron que éste estaba pensando lo mismo.
—No sé.
Ron todavía estaba pálido y sudoroso. No había hecho ningún intento de levantarse, y daba la impresión de estar todavía demasiado débil para hacerlo. La posibilidad de moverlo era desalentadora.
—Quedémonos aquí de momento —dijo Harry.
Con expresión aliviada, Hermione se puso en pie.
—¿A dónde vas? —preguntó Ron.
—Si nos quedamos, deberíamos poner algunos encantamientos protectores alrededor —respondió, y elevando su varita, empezó a caminar en un amplio círculo alrededor de Harry y Ron, murmurando encantamientos mientras avanzaba. Harry vio pequeñas perturbaciones en el aire que los rodeaba, era como si Hermione hubiese conjurado un viento cálido en el claro.
—Salvio Hexia… Protego Totalum… Repello Muggletum… Muffliato… Podías sacar la tienda, Harry…
—¿Tienda?
—¡En el bolso!
—En el… por supuesto —dijo Harry.
Esta vez no se molestó en rebuscar en el interior, sino que usó otro Encantamiento Convocador. La tienda salió en un montón de bultos, con lonas, cuerda y palos. Harry la reconoció, en parte por el olor a gato, como la misma tienda en la que habían dormido la noche del Mundial de Quidditch.
—Creí que pertenecía a ese Perkins del Ministerio, ¿no? —preguntó, empezando a desenredar las varillas de la tienda.
—Aparentemente no la quiso de vuelta, tiene mucho lumbago —dijo Hermione, ahora realizando una complicada figura de ocho movimientos con su varita—, así que el padre de Ron dijo que me la podía llevar prestada. ¡Erecto! —añadió, apuntando con su varita a las deformadas lonas, que en un movimiento fluido se elevaron en el aire y se asentaron, completamente colocadas, en el suelo delante de Harry, de cuyas sorprendidas manos saltó una varilla, para aterrizar con un golpe sordo final en el extremo de un viento.
—Cave Inumicum —terminó Hermione con una floritura hacia el cielo—. Esto es todo cuanto puedo hacer. Por lo menos, lo sabremos si se acercan. No puedo garantizar que mantenga fuera a Vol…
—¡No pronuncies el nombre! —la cortó Ron, con voz áspera.
Harry y Hermione se miraron el uno al otro.
—Lo siento —dijo Ron, gimiendo un poco al elevarse para mirarlos—, pero se siente como una… una maldición o algo así. ¿No le podemos llamar Quien-tú-sabes, por favor?
—Dumbledore decía que el miedo a un nombre… —empezó Harry.
—Por si no lo has notado, tío, llamar a Quien-tú-sabes por el nombre no le sirvió de mucho a Dumbledore al final. —Le espetó Ron como contestación—. Sólo... sólo muéstrale a Quien-tú-sabes algo de respeto, ¿vale?
—¿Respeto? —repitió Harry, pero Hermione le lanzó una mirada de advertencia; aparentemente no podía discutir con Ron mientras éste estuviera en una condición tan debilitada.
Harry y Hermione medio llevaron, medio arrastraron a Ron hasta la entrada de la tienda. El interior era exactamente como Harry recordaba, un pequeño apartamento, completo con cuarto de baño y una pequeña cocina. Apartó a un lado un viejo sillón y bajó a Ron con cuidado a la cama de abajo de una litera. Incluso este pequeño recorrido había dejado a Ron más pálido, y una vez que lo tuvieron colocado en el colchón cerró los ojos y no habló durante un rato.
—Haré algo de té —dijo Hermione sin aliento, sacando un hervidor y tazas de las profundidades de su bolso, y dirigiéndose hacia la cocina.
Harry encontró la bebida caliente tan bienvenida como lo había sido el whisky de fuego la noche en que había muerto Ojoloco; pareció consumir un poco del miedo que palpitaba en su pecho. Después de un minuto o dos, Ron rompió el silencio.
—¿Qué crees que le pasó a los Cattermole?
—Con algo de suerte, se habrán marchado —dijo Hermione, aferrando su taza caliente para reconfortarse—. Si el señor Cattermole fue capaz de pensar con claridad, habrá sacado a la señora Cattermole mediante Aparición Conjunta y ahora mismo estarán huyendo del país con sus hijos. Eso es lo que Harry le dijo que hiciese.
—Vaya, espero que escapen —dijo Ron, recostándose contra las almohadas. El té parecía estar haciéndole bien; le había vuelto un poco el color—. Aunque no me pareció que Reg Cattermole fuese tan ingenioso, por la forma en que todo el mundo me hablaba cuando era él. Dios, espero que lo consiguiesen… Si ambos acabasen en Azkaban por nuestra culpa…
Harry miró a Hermione y la pregunta que había estado a punto de formular —que la falta de varita de la señora Cattermole le impediría Aparecerse Conjuntamente con su marido— murió en su garganta. Hermione estaba observando a Ron preocuparse por el destino de los Cattermole, y había tanta ternura en su expresión, que Harry casi se sintió como si la hubiera pillado besándolo.
—Así que, ¿lo cogiste? —le preguntó Harry, en parte para recordarle que estaba allí.
—Si cogí… ¿cogí qué? —dijo ella mirándolo fijamente.
—¿Por que hemos pasado todo eso? ¡El guardapelo! ¿Dónde está?
—¿Lo cogiste? —gritó Ron, elevándose un poco más sobre las almohadas—. ¡Nadie me dice nada! ¡Caray, podíais haberlo mencionado!
—Bueno, estábamos escapando de los mortífagos para salvar la vida, ¿no? —dijo Hermione—. Aquí está.
Y sacó el guardapelo del bolsillo de sus ropas y se lo pasó a Ron.
Era tan grande como un huevo de gallina. Una ornamentada letra S con muchas piedrecillas verdes incrustadas, destelló con un brillo apagado en la luz difusa que brillaba a través del techo de lona de la tienda.
—¿No hay ninguna posibilidad de que alguien lo destruyera desde que estuvo en posesión de Kreacher? —preguntó Ron con esperanza—. Quiero decir, ¿estamos seguros de que todavía es un Horrocrux?
—Eso creo —dijo Hermione, cogiéndolo de nuevo y examinándolo más cerca—. Habría alguna señal de daño si hubiese sido mágicamente destruido.
Se lo pasó a Harry, que le dio vueltas entre los dedos. El guardapelo estaba en perfecto estado, prístino. Recordó los restos destrozados del diario, y cómo la piedra en el Horrocrux del anillo se había rajado cuando Dumbledore lo había destruido.
—Creo que Kreacher tiene razón —dijo Harry—. Vamos a tener que descubrir cómo abrir esta cosa antes de poder destruirla.
Una repentina conciencia de lo que estaba sosteniendo, de lo que vivía bajo las pequeñas puertas doradas, golpeó a Harry mientras hablaba. Incluso después de todos los esfuerzos para encontrarlo, sentía el violento impulso de arrojar lejos de él el guardapelo. Controlándose de nuevo, intentó abrirlo con los dedos. Luego probó el encantamiento que Hermione había usado para abrir la puerta de la habitación de Regulus. Ninguno funcionó. Le devolvió el guardapelo a Ron y Hermione, que hicieron todo lo posible por abrirlo, pero no tuvieron más éxito que él.
—Aunque, ¿puedes sentirlo? —preguntó Ron en voz muy baja, mientras lo sostenía apretadamente en su puño cerrado.
—¿Qué quieres decir?
Ron le pasó el Horrocrux a Harry. Después de un momento, Harry pensó que sabía lo que Ron quería decir. ¿Era su propia sangre latiendo por sus venas lo que sentía, o era algo que latía dentro del guardapelo, como un pequeño corazón metálico?
—¿Qué vamos a hacer con él? —preguntó Hermione.
—Mantenerlo a salvo hasta que descubramos cómo destruirlo —respondió Harry, y, aunque le apetecía poco, se colgó la cadena alrededor del cuello, dejando caer el guardapelo fuera de la vista bajo sus ropas, donde descansó sobre su pecho junto a la bolsita que le había dado Hagrid.
—Creo que deberíamos turnarnos para vigilar fuera de la tienda —añadió mirando a Hermione, levantándose y estirándose—. Y también tenemos que pensar en conseguir algo de comida. Tú te quedas aquí —añadió con dureza, cuando Ron intentó levantarse y se puso de un desagradable tono verde.
Con el Chivatoscopio que Hermione le había dado a Harry por su cumpleaños colocado con cuidado sobre la mesa de la tienda, Harry y Hermione pasaron el resto del día compartiendo la tarea de vigilancia. Sin embargo, el chivatoscopio permaneció en silencio y quieto en su posición todo el día, y ya fuese por los encantamientos protectores y hechizos repeledores que Hermione había extendido a su alrededor, o porque la gente raramente se aventuraba por esa zona, su trozo de bosque permaneció desierto, sin contar a los pájaros o ardillas ocasionales. La tarde no trajo ningún cambio. Harry encendió su varita cuando sustituyó a Hermione a las diez, y miró hacia la escena desierta, tomando nota de los murciélagos volando muy por encima a través del único trozo de cielo visible desde su resguardado claro.
Ahora se sentía hambriento, y un poco mareado. Hermione no había guardado nada de comida en su bolso mágico, ya que había asumido que esa noche regresarían a Grimmauld Place, por lo que no tenían nada que comer salvo algunos champiñones salvajes que Hermione había recogido en los árboles cercanos y cocido en un cazo. Después de un par de cucharadas, Ron había alejado su porción, con aspecto mareado. Harry sólo había perseverado para no herir los sentimientos de Hermione.
El silencio que lo rodeaba fue roto por extraños crujidos y lo que sonó como ramitas rompiéndose: Harry pensó que eran sonidos causados por animales más que por personas, pero aún así agarró la varita con fuerza y se puso alerta. Sus tripas, ya con molestias debido a la inadecuada ayuda de los champiñones correosos, hormigueaban con inquietud.
Había creía que se sentiría eufórico si conseguían robar y recuperar el Horrocrux, pero de alguna manera no era así. Todo lo que sentía mientras se sentaba mirando hacia la oscuridad, de la que su varita sólo iluminaba una pequeña parte, era temor por lo que pasaría a continuación. Era como si hubiera estado avanzando bullicioso hasta ese punto durante las últimas semanas, meses, incluso años, pero ahora que se había parado de golpe, ya no le quedasen caminos.
Había otros Horrocruxes ahí fuera, en alguna parte, pero no tenía ni la más mínima idea de dónde podrían estar. Ni siquiera sabía lo que eran todos. Mientras tanto, no sabía cómo destruir el único que habían encontrado, el Horrocrux que actualmente yacía contra la carne desnuda de su pecho. Curiosamente, no había absorbido calor de su cuerpo, sino que yacía tan frío contra su piel como si acabase de salir de agua helada. De vez en cuando Harry pensaba, o tal vez imaginaba, que podía sentir el débil latido pulsando irregular al lado del suyo.
Presentimientos sin nombre lo invadieron mientras estaba sentado en la oscuridad. Intentó resistirlos, apartarlos, pero aún así lo seguían implacables. Ninguno de los dos podrá vivir mientras siga el otro con vida. Ron y Hermione, ahora hablando en voz baja detrás, dentro de la tienda, podían alejarse si querían, él no. Y a Harry le parecía, mientras estaba sentado intentando controlar su propio miedo y cansancio, que el Horrocrux apoyado contra su pecho estaba marcando el tiempo que le quedaba… Una idea estúpida, se dijo a sí mismo, no pienses en eso…
Su cicatriz estaba empezando nuevamente a doler. Tenía miedo de estar provocándolo por tener esos pensamientos, e intentó dirigirlos en otra dirección. Pensó en el pobre Kreacher, que los habría estando esperado a ellos en la casa y había recibido a Yaxley. ¿Se quedaría callado el elfo o le contaría al mortífago todo lo que sabía? Harry quería creer que Kreacher había cambiado su actitud hacia él durante el último mes, que ahora le sería leal, ¿pero quién sabía lo que pasaría? ¿Y si los mortífagos lo torturaban? Imágenes morbosas zumbaron por la mente de Harry, y también intentó apartarlas, porque no había nada que pudiese hacer por Kreacher; Hermione y él ya habían decidido no intentar convocarlo, ¿y si también venía alguien del Ministerio? No podían contar con que la Aparición de los elfos estuviese libre del mismo fallo que había llevado a Yaxley a Grimmauld Place en el dobladillo de la manga de Hermione.
Ahora la cicatriz de Harry estaba ardiendo. Pensó en que había tanto que no sabía. Lupin había tenido razón al hablar de magia que nunca habían esperado o imaginado. ¿Por qué Dumbledore no le había explicado más? ¿Había pensado que habría tiempo, que viviría durante años, tal vez durante siglos, como su amigo Nicolas Flamel? Si así fuese, se había equivocado… Snape se había encargado de ello… Snape, la serpiente dormida, que había atacado en lo alto de la torre…
Y Dumbledore había caído… caído…
—Dámela, Gregorovitch.
La voz de Harry era alta, clara y fría, y su varita estaba aferrada delante de él por una mano blanca de largos dedos. El hombre al que estaba apuntando con la varita, estaba suspendido en el aire con las piernas hacia arriba, aunque no había cuerdas que lo sujetasen; se balanceaba allí, atado de forma invisible e inquietante, con los miembros enroscados sobre su cuerpo, con la cara aterrorizada a nivel de la de Harry, rubicunda debido a la sangre que se había agolpado en su cabeza. Tenía el cabello de color blanco puro y una barba densa y tupida: un Papá Noel atado.
—¡No la tengo, ya no la tengo! ¡Hace muchos años que me la robaron!
—No mientas a Lord Voldemort, Gregorovitch. Él sabe… Siempre sabe.
Las pupilas del hombre colgado estaban muy abiertas, dilatadas con miedo, y parecieron agrandarse, cada vez más, hasta que su negrura engulló por completo a Harry…
Y ahora Harry se dirigía apresurado por un oscuro pasillo siguiendo la estela del corpulento Gregorovitch, que sujetaba un farol en lo alto. Gregorovitch irrumpió en una habitación al final del pasillo y su farol iluminó lo que parecía ser un taller. Virutas de madera y oro brillaban en el oscilante círculo de luz, y en el alféizar de la ventana se hallaba posado, como un pájaro gigante, un joven de cabello dorado. En la fracción de segundo que la luz del farol lo iluminó, Harry vio el placer en su apuesto rostro. Entonces el intruso lanzó un Hechizo Aturdidor con su varita y saltó hacia atrás hasta casi caer por fuera de la ventana con un estallido de risa.
Y Harry se encontró precipitándose de vuelta del interior esas pupilas dilatadas como túneles, y se fijó otra vez en la cara de Gregorovitch, presa del terror.
—¿Quién fue el ladrón, Gregorovitch? —dijo la voz alta y fría.
—No lo sé, nunca lo supe, un hombre joven… no… por favor… ¡POR FAVOR!
Un grito que continuó y continuó y entonces una ráfaga de luz verde…
—¡Harry!
Abrió los ojos, jadeando, con la frente palpitando. Había perdido el conocimiento contra el costado de la tienda, se había deslizado lateralmente por la lona, y estaba tendido en el suelo. Levantó la vista hacia Hermione, cuyo espeso cabello oscurecía el pequeño trozo de cielo visible a través el oscuro enramado situado por encima.
—Sueño —dijo, sentándose con rapidez e intentado responder a la mirada de ira de Hermione con una de inocencia—. Debí quedarme dormido, lo siento.
—¡Sé que fue tu cicatriz! ¡Puedo verlo por tu expresión! Estabas viendo en la mente de Vol…
—¡No digas su nombre! —la voz enfadada de Ron se escuchó desde las profundidades de la tienda.
—Bien —replicó Hermione—. ¡La mente de Quién-tú-sabes, entonces!
—¡No quise hacer que sucediese! —dijo Harry—. ¡Fue un sueño! ¿Puedes tú controlar lo que sueñas, Hermione?
—Si sólo aprendieses a aplicar la Oclumancia…
Pero Harry no estaba interesado en que le regañaran, quería discutir lo que acababa de ver.
—Ha encontrado a Gregorovitch, Hermione, y creo que lo ha matado, pero antes de hacerlo le leyó la mente a Gregorovitch y vi…
—Creo que será mejor que me ocupe yo de la vigilancia si estás tan cansado que te estás quedando dormido —dijo Hermione fríamente.
—¡Puedo terminar mi turno!
—No, obviamente estás agotado. Ve a tumbarte.
Hermione se dejó caer en la entrada de la tienda, con expresión testaruda. Enfadado, pero queriendo evitar un follón, Harry se metió de vuelta en el interior.
La cara de Ron, todavía pálida, se asomaba en la litera de abajo. Harry trepó a la que estaba encima, se tumbó y miró hacia el techo oscuro de lona. Después de un rato, Ron habló en una voz tan baja que no le llegaría a Hermione, acurrucada en la entrada.
—¿Qué está haciendo Quién-tú-sabes?
Harry arrugó los ojos con el esfuerzo de recordar cada detalle, y despues susurró en la oscuridad.
—Encontró a Gregorovitch. Lo tenía atado. Lo estaba torturando.
—No sé… es raro, ¿verdad?
Harry cerró los ojos, pensando en todo lo que había visto y oído. Cuanto más recordaba, menos sentido le encontraba… Voldemort no había dicho nada sobre la varita de Harry, nada sobre los núcleos gemelos, nada sobre que Gregorovitch le hiciese una nueva varita más poderosa para derrotar a la de Harry…
—Quería algo de Gregorovitch —dijo Harry, todavía con los ojos bien cerrados—. Le dijo que se lo diese, pero Gregorovitch dijo que se lo habían robado… y entonces… entonces…
Recordó como él, como Voldemort, había parecido meterse a través de los ojos de Gregorovitch, en sus recuerdos…
—Leyó la mente de Gregorovitch. Vi a un tío joven posado en el alféizar de una ventana, que le lanzó un hechizo a Gregorovitch y saltó perdiéndose de vista. Lo robó, robó lo que fuese que Quién-tú-sabes buscaba. Y… creo que lo he visto en alguna parte…
Harry deseó poder echar otro vistazo a la cara risueña del muchacho. El robo había sucedido hacía muchos años, según Gregorovitch. ¿por qué el joven ladrón le resultaba familiar?
Los sonidos del bosque que los rodeaba estaban apagados dentro de la tienda; todo lo que Harry podía oír era la respiración de Ron. Después de un rato, Ron susurró: —¿No pudiste ver lo que el ladrón estaba agarrando?
—No… debía ser algo pequeño.
—¿Harry?
Las tablillas de madera de la cama de Ron crujieron cuando cambió de posición.
—Harry, ¿no crees que Quién-tú-sabes está detrás de algo más para convertirlo en un Horrocrux?
—No lo sé —dijo Harry despacio—. Quizás. ¿Pero no sería peligroso para él hacer otro? ¿No dijo Hermione que ya había llevado su alma hasta el límite?
—Sí, pero tal vez no lo sabe.
—Sí… tal vez —dijo Harry.
Había estado seguro de que Voldemort buscaba una forma de resolver el problema de los núcleos gemelos, seguro de que intentaba conseguir una solución del viejo fabricante de varitas… y aún así lo había matado, aparentemente sin hacerle ni una pregunta sobre el saber popular sobre varitas.
¿Qué estaba intentando encontrar Voldemort? ¿Por qué, con el Ministerio de Magia y el mundo mágico a sus pies, estaba tan lejos, concentrado en perseguir un objeto que una vez Gregorovitch había poseído, y que había sido robado por un ladrón desconocido?
Harry todavía podía ver la cara del joven rubio: era alegre, salvaje; tenía un aire pícaro triunfante, como Fred y George. Se había lanzado del alféizar como un pájaro, y Harry lo había visto antes, pero no podía pensar dónde…
Con Gregorovitch muerto, era el mago de expresión alegre el que estaba ahora en peligro. Los pensamientos de Harry se dirigieron hacia él, cuando los ronquidos de Ron empezaron a sonar de la litera de abajo y él mismo se fue quedando una vez más lentamente dormido

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