7.2.08

CAPITULO 32

Capítulo 32

La Varita de Saúco

El mundo había acabado, así pues ¿por qué la batalla no había cesado, el castillo caído en silencioso horror, y cada combatiente depuesto las armas? La mente de Harry caía en picado, girando fuera de control, incapaz de comprender la imposibilidad, porque Fred Weasley no podía estar muerto, lo que evidenciaban todos sus sentidos debía ser mentira... Y entonces un cuerpo cayó pasando por el hueco que había a un lado del colegio y las maldiciones volaron hacia ellos desde la oscuridad, golpeando la pared tras sus cabezas.

—¡Al suelo! —gritó Harry, mientras más maldiciones volaban a través de la noche. Ron y él agarraron a Hermione y la tiraron al suelo, pero Percy se colocó sobre el cuerpo de Fred, protegiéndolo de más daños, y cuando Harry gritó —¡Percy, vamos, tenemos que irnos! —negó con la cabeza.

-¡Percy! -Harry vio rastros de lágrimas barriendo la capa de mugre del rostro de Ron mientras agarraba a su hermano mayor por los hombros y tiraba, pero Percy no se movía. —¡Percy, no puedes hacer nada más por él! Vamos a...

Hermione chilló, y Harry, volviéndose, no necesitó preguntar por qué. Una monstruosa araña del tamaño de un coche pequeño estaba intentando escalar a través del enorme agujero en la pared. Uno de los descendientes de Aragog se había sumado a la contienda.

Ron y Harry gritaron juntos, sus hechizos chocaron y el monstruo voló hacia atrás desapareciendo en la oscuridad, con las patas sacudiéndose horriblemente.

—¡Ha traído amigos! —gritó Harry a los demás, mirando sobre el borde del castillo a través del agujero que las maldiciones habían hecho en la pared. Más arañas gigantes estaban trepando por el lateral del edificio liberadas del Bosque Prohibido, en el que los motifagos debían haber penetrado. Harry lanzó Hechizos Aturdidores sobre ellas, tirando al primer monstruo encima de sus compañeros, por lo que rodaron nuevamente fuera del edificio y se perdieron de vista. Entonces llegaron más maldiciones volando por encima de la cabeza de Harry, tan cerca que sintió que su estela le movía el pelo.

—¡Vámonos, AHORA!.

Empujando a Hermione delante de él con Ron, Harry se detuvo para agarrar el cuerpo de Fred por debajo de la axila. Percy, dándose cuenta de lo que Harry estaba intentando hacer, dejo de aferrarse al cuerpo y le ayudó, y juntos, agachándose para esquivar las maldiciones que volaban hacia ellos desde los jardines, arrastraron a Fred fuera del camino.

—Aquí —dijo Harry, y lo colocaron en un nicho donde anteriormente había habido una armadura. No podía soportar mirar a Fred un segundo más de lo necesario, y después de asegurarse de que el cuerpo estaba bien oculto, marchó detrás de Ron y Hermione. Malfoy y Goyle habían desaparecido pero al final del corredor que ahora estaba lleno de polvo, mampostería que se desmoronaba y cristales que hacía tiempo habían caído de las ventanas, vio a mucha gente corriendo de un lado a otro, aunque no podría asegurar si eran amigos ó enemigos. Al doblar la esquina, Percy soltó un rugido como el de un toro: —¡ROOKWOOD!— y corrió en dirección a un hombre alto que estaba persiguiendo a una pareja de estudiantes.

—¡Harry, aquí dentro! —gritó Hermione.

Había arrastrado a Ron detrás de un tapiz. Parecían estar luchando, y por un loco segundo Harry pensó que estaban abrazándose de nuevo, pero entonces vio que Hermione estaba intentando contener a Ron, impidiendo que corriera tras Percy.

—Escúchame... ¡ESCÚCHAME RON!

—Quiero ayudar... Quiero matar mortifagos...

Su cara estaba desencajada, manchada de polvo y humo, y temblaba de furia y dolor.

—¡Ron, somos los únicos que podemos terminar con esto! Por favor... Ron... necesitamos la serpiente, ¡tenemos que matar a la serpiente! —dijo Hermione

Pero Harry sabía como se sentía Ron. Perseguir otro Horrocrux no podía darle la satisfacción de la venganza; él también quería pelear, castigarlos, a la gente que había matado a Fred, y quería encontrar a los otros Weasley, y sobre todo asegurarse, asegurarse completamente, de que Ginny no estaba... pero no podía permitir que esa idea se formara en su mente...

—¡Lucharemos! —dijo Hermione— ¡Debemos hacerlo, para poder llegar a la serpiente!¡Pero no perdamos de vista ahora lo que se supone que deberíamos estar haciendo! ¡Somos los únicos que podemos terminarlo!

Ella estaba llorando también, y mientras hablaba se limpió el rostro con la rota y chamuscada manga, pero jadeando, tomó grandes bocanadas de aire para calmarse a si misma y aún aferrando con fuerza el brazo de Ron, se volvió hacia Harry.

—Debes descubrir donde está Voldemort, porque tendrá la serpiente con él, ¿no es verdad? ¡Hazlo Harry...mira dentro de él!

Por no era tan fácil ¿Por eso su cicatriz había estado quemando durante horas, anhelando mostrarle los pensamientos de Voldemort? Cerró los ojos ante la orden, y enseguida, los gritos, los estallidos y los demás ruidos discordantes de la batalla se apagaron hasta hacerse distantes, como si estuviera lejos, muy lejos de ellos...

Estaba de pie en medio de una desolada pero extrañamente familiar habitación, con papel rasgado cubriendo las paredes y todas las ventanas tapiadas excepto una. Los ruidos del asalto al castillo se oían amortiguados y distantes. La única ventana que no estaba tapiada revelaba distantes estallidos de luz que provenían del castillo, pero el interior de la habitación estaba oscuro excepto por una solitaria lámpara de aceite.

Estaba haciendo rodar la varita entre los dedos, mirándola, sus pensamientos centrados en la habitación del castillo, la habitación secreta que únicamente él había encontrado. Para descubrir la habitación, igual que la cámara, tenías que ser inteligente, astuto y curioso... estaba seguro de que el muchacho no encontraría la diadema... aunque la marioneta de Dumbledore había llegado mucho más lejos de lo que hubiera imaginado... demasiado lejos...

—Mi señor -dijo una voz, desesperada y enronquecida. Se dio la vuelta. Allí estaba Lucius Malfoy sentado en la esquina más oscura, harapiento y todavía llevando las marcas del castigo que había recibido después de la última escapada del muchacho. Uno de sus ojos permanecía cerrado e hinchado. —Mi Señor... por favor... mi hijo...

—Si tu hijo está muerto, Lucius , no es culpa mía. No vino a unirse a mí como el resto de los Slytherin. ¿Quizás ha decidido hacerse amigo de Harry Potter?

—No... nunca —susurró Malfoy

—Mejor que no sea así.

—¿No...no tenéis miedo, mi Señor, de que Potter pueda morir a otras manos que sean las vuestras? —preguntó Malfoy, temblándole la voz. —¿No sería...disculpe el atrevimiento... más prudente...dar por terminada esta batalla, entrar en el castillo, y buscarle usted m-mismo?

—No finjas, Lucius. Deseas que la batalla cese para poder averiguar que le ha ocurrido a tu hijo. Y yo no necesito ir a buscar a Potter. Antes de que la noche acabe, Potter habrá venido a en mi busca.

Voldemort bajó una vez más la mirada a la varita que tenía entre los dedos. Le inquietaba... y aquellas cosas que inquietaban a Lord Voldemort debían ser remediadas...

—Vé y trae a Snape.

—¿Snape, m...mi señor?

—Snape. Ahora. Lo necesito. Hay un... trabajo... que necesito de él. Ve.

Asustado, tropezando un poco en la penumbra, Lucius dejó la habitación. Voldemort continuó allí de pie, girando la varita entre los dedos, mirándola fijamente.

—Es el único camino, Nagini —susurró. Miró alrededor y ahí estaba la gran y gruesa serpiente, ahora suspendida en medio del aire, girando grácilmente dentro del mágicamente protegido espacio que había fabricado para ella, una resplandeciente esfera transparente que parecía algo a medio camino entre una brillante caja y un tanque.

Con un suspiro, Harry se retiró y abrió los ojos, en ese mismo momento sus oídos fueron asaltados con los aullidos y gritos, los estruendos y estallidos de la batalla.

—Está en la Casa de los Gritos. La serpiente está con él, tiene alguna clase de protección mágica alrededor. Acaba de enviar a Lucius Malfoy a buscar a Snape.

—¿Voldemort sentado en la Casa de los Gritos?—dijo Hermione ultrajada —¿no... ni siquiera está PELEANDO?

—No cree que necesite pelear —dijo Harry.- Cree que voy a ir a por él.

—¿Por qué?

—Sabe que voy detrás de los Horrocruxes... está reteniendo a Nagini cerca de él...obviamente voy a tener que ir hasta él para acercarme a esa cosa...

—Vale —dijo Ron, cuadrando los hombros —Entonces no puedes ir, eso es lo que él quiere, lo que está esperando. Quédate aquí y cuida de Hermione, y yo iré y la conseguiré...

Harry atajó a Ron.

—Vosotros dos os quedáis aquí, yo iré bajo la Capa y volveré tan pronto como...

—No —dijo Hermione-, tiene mucho más sentido si yo cojo la Capa y...

—Ni lo pienses —le gruñó Ron.

Antes de que Hermione pudiera llegar más lejos de, "Ron, yo soy tan capaz..." el tapiz en lo alto de la escalera en que permanecían se desgarro.

—¡POTTER!

Dos mortifagos encapuchados estaban allí de pie, pero incluso antes de que su varitas estuvieran completamente alzadas, Hermione gritó -¡Glisseo!

Las escaleras se allanaron bajo sus pies formando un tobogán y ella, Harry y Ron se precipitaron hacia abajo, incapaces de controlar su velocidad pero tan rápido que los Hechizos Aturdidores de los mortífagos volaron muy por encima de sus cabezas. Pasaron disparados a través del tapiz que había al pie de las escaleras y rodaron por el suelo, chocando contra la pared opuesta.

-¡Duro! -gritó Hermione apuntando su varita al tapiz, y se oyeron dos fuertes y espeluznantes crujidos cuando el tapiz se volvió de piedra y los mortifagos que los perseguían chocaron contra él.

-¡Echaos atrás! -gritó Ron, y él, Harry y Hermione se arrojaron contra una puerta mientras una manada de pupitres galopantes pasaban retumbando, pastoreados por una precipitada Profesora McGonagall. Ella no pareció fijarse en ellos. Llevaba el cabello suelto y había una herida en su mejilla. Mientras giraba la esquina, oyeron su grito -¡CARGUEN!

-Harry, ponte la Capa -dijo Hermione- Olvídate de nosotros...

Pero él la arrojó sobre los tres; aunque eran demasiado altos, dudaba de que alguien fuera a notar sus incorpóreos pies a través del polvo que llenaba el aire, las piedras que se desmoronaban y el resplandor de los hechizos. Bajaron corriendo el siguiente tramo de escaleras y se encontraron en un corredor lleno de duelistas. Los retratos a ambos lados de los luchadores estaban abarrotados de figuras gritando consejos y dando ánimos, mientras los mortifagos, tanto encapuchados como no, se batían a duelo con estudiantes y profesores. Dean había logrado hacerse con una varita, por lo que estaba cara a cara con Dolohov, Parvati con Travers. Harry, Ron y Hermione levantaron sus varitas a la vez, listos para golpear, pero los duelistas estaban tan entremezclados y compenetrados que si lanzaban maldiciones había una fuerte probabilidad de herir a uno de su propio bando. Mientras aguardaban preparados esperando la oportunidad de actuar, les llegó un gran -¡Wheeeee! -y mirando hacia arriba, Harry vio a Peebes que pasaba zumbando sobre ellos, dejando caer tubercolos Snargaluff pods encima de los mortifagos, cuyas cabezas fueron repentinamente engullidas por serpenteantes tubérculos verdes que parecían gusanos gordos.

-¡ARGH!.

Un puñado de tubérculos había caído sobre la Capa en la cabeza de Ron. Las húmedas raíces verdes quedaron improbablemente suspendidas en medio del aire mientras Ron intentaba sacudirlas para quitárselas de encima.

-¡Allí hay alguien invisible! -gritó un mortifago encapuchado, señalándolos.

Dean aprovechó al máximo la momentánea distracción del mortifago, dejándole fuera de combate con un hechizo Aturdidor; Dolohov intentó desquitarse y, Parvati le disparó una Maldición de Cuerpo Atado.

-!VAMOS¡ -aulló Harry, y él, Ron y Hermione aferraron firmemente la Capa, envolviéndose en ella y se apresuraron, con las cabezas bajas, a pasar en medio de los luchadores, resbalando un poco en charcos de jugo de Snargaluff, dirigiéndose hacia lo alto de la escalera de mármol que conducía al hall de entrada.

-¡Soy Draco Malfoy, soy Draco Malfoy, estoy de vuestra parte!

Draco estaba en el rellano superior, suplicando a otro mortifago encapuchado. Al pasar, Harry aturdió al mortifago. Malfoy miro a su alrededor sonriendo a su salvador, y Ron le golpeó por debajo de la Capa. Malfoy cayó hacia atrás sobre el mortifago, con la boca sangrando y completamente aturdido.

-¡Esta es la segunda vez que salvamos tu vida esta noche, bastardo hipócrita! -gritó Ron.

Había más duelistas sobre las escaleras y por todo el hall. Había mortifagos allá donde Harry mirara. Yaxley, cerca de las puertas de entrada, combatiendo con Flitwick; justo al lado de ellos, un mortifago encapuchado peleaba con Kingsley. Los estudiantes corrían en todas direcciones; algunos llevando o arrastrando a amigos heridos. Harry dirigió un Hechizo Aturdidor hacia el Mortifago encapuchado, falló pero casi hiere a Neville, que había salido de la nada blandiendo brazadas de Tentáculos Venenosos que serpentearon felizmente alrededor del mortifago más cercano y comenzaron a envolverle.

Harry, Ron y Hermione se apresuraron a alcanzar la escalera de mármol. A su izquierda un cristal se hizo añicos y el reloj de arena de Slytherin que llevaba la cuenta de los puntos de la Casa derramó sus esmeraldas por todas partes, por lo que la gente se resbalaba y se tambaleaba mientras corría. En el momento en que llegaban a los terrenos vieron caer dos cuerpos desde la galería de arriba y un contorno gris que Harry tomó por un animal corrió a toda prisa a cuatro patas a través del hall para hundir los dientes en uno de los caídos.

-¡No! - chilló Hermione, y con una ensordecedora ráfaga de su varita, Fenrir Greyback fue derribado hacia atrás lejos del débil y desplomado cuerpo de Lavender Brown. Greyback golpeó la barandilla de mármol y luchó por volver a levantarse. Entonces, con un blanco y brillante destello y un crujido, una bola de cristal cayó en lo alto de su cabeza, y se desplomó en el suelo para ya no volver a moverse.

-¡Tengo más! -gritó la Profesora Trelawney por encima de la barandilla- ¡Más para quien las quiera! Aquí...

Y con un movimiento como en un servicio de tenis, levantó otra enorme esfera de cristal del bolso, agitó su varita a través del aire, e hizo que la bola corriera a través del hall y se estrellara contra una ventana. Al mismo tiempo, las puertas de entrada de pesada madera se abrieron de golpe, y más de esas gigantescas arañas forzaron su camino hasta el hall de entrada.

Gritos de terror rasgaron el aire y los combatientes se dispersaron. Mortifagos y Hogwartianos por igual, y rojos y verdes chorros de luz volaron entre los monstruos que se aproximaban, que vibraron y se alzaron, más aterradores que nunca.

-¿Cómo salimos? -gritó Ron por encima de los aullidos, pero antes de que Harry ó Hermione pudieran responder fueron lanzados a un lado.

Hagrid venía bajando las escaleras, bramando y blandiendo su florido paraguas rosa.

-¡No las lastiméis, no las lastiméis!-gritó.

-¡HAGRID, NO!

Harry olvidó todo lo demás, salió corriendo velozmente quitándose la Capa, corriendo inclinado para evitar las maldiciones que iluminaban todo el hall.

-¡HAGRID, VUELVE AQUÍ!

Pero ni siquiera estaba a medio camino del lugar donde se hallaba Hagrid cuando vio lo que ocurría. Hagrid desapareció en medio de las arañas, y con gran apresuramiento y un repugnante movimiento hormigueante, estas retrocedieron bajo el furioso ataque de las maldiciones, con Hagrid enterrado en medio de ellas.

-¡HAGRID!

Harry oyó a alguien gritando su nombre, si era amigo ó enemigo no le importaba, bajaba corriendo las escaleras principales hacia los oscuros jardines, y las arañas se iban amontonando como hormigas en su presa, y no podía ver nada de Hagrid en absoluto.

-¡HAGRID!

Creyó haber distinguido un enorme brazo agitándose en el medio del hormiguero de arañas. Pero cuando intentaba correr tras ellas, su camino fue obstaculizado por un pie colosal, que salió de la oscuridad e hizo estremecerse la tierra en la que se encontraba. Levantó la vista. Un gigante estaba de pie ante él. Medía veinte pies de altura, su cabeza estaba oculta entre las sombras, solamente se distinguían las espinillas peludas que parecían árboles, iluminadas por la luz de las puertas del castillo. Con un brutal y fluido movimiento, incrustó un macizo puño atraves de una ventana que había sobre Harry, y el cristal llovió sobre él, obligándole a retroceder buscando la protección del portal.

-¡Oh, mi...!- gritó Hermione, cuando ella y Ron alcanzaron a Harry y miraron hacia arriba al gigante que ahora intentaba coger gente a través de la ventana superior.

-¡NO LO HAGAS! -gritó Ron, cogiendo la mano de Hermione cuando levantaba su varita.

-Atúrdelo y aplastará la mitad el castillo...

-¿HAGGER?

Grawp llegó tambaleándose doblando una de las esquinas del castillo. Solo ahora se daba cuenta Harry de que Grawp era, en realidad, un gigante demasiado pequeño. El gigantesco monstruo que intentaba aplastar a la gente en los pisos superiores giró en redondo y soltó un rugido.

Los escalones de piedra temblaron cuando los pisoteó para ir tras de su pariente más pequeño, y la boca torcida de Grawp se abrió, mostrando dientes amarillos del tamaño de medio ladrillo. Entonces se lanzaron uno contra otro con la ferocidad de leones salvajes.

-!CORRED! -rugió Harry, la noche estaba llena de espantosos chillidos y golpes mientras los gigantes luchaban a brazo partido. Buscó la mano de Hermione y bajó los escalones hacia los jardines, con Ron cerrando la marcha. Harry no había perdido la esperanza de encontrar y salvar a Hagrid; corría tan rápido que estaban a mitad de camino hacia el bosque antes de que se vieran obligados a detenerse en seco otra vez.

El aire a su alrededor se había congelado. Harry contuvo el aliento que se le solidificó en el pecho. Había siluetas moviéndose en la oscuridad, figuras de negrura concentrada que se arremolinaban, moviéndose en una gran ola hacia el castillo, sus caras estaban encapuchadas y sus respiraciones eran ruidosas...

Ron y Hermione lo rodearon mientras los sonidos de peleas tras ellos enmudecían repentinamente, refrenados, porque un silencio que solo los Dementores podían traer estaba cayendo densamente sobre la noche, y Fred se había ido, y seguramente Hagrid estaba muriendo ó ya muerto...

-¡Vamos , Harry! -dijo la voz de Hermione desde una larga distancia. -¡Patronus, Harry, vamos!

Levantó la varita, pero una pesada desesperanza estaba extendiéndose a través de él. ¿Cuántos más habrían muerto, y él aún no lo sabía? Sentía como si ya su alma hubiera abandonado su cuerpo a medias...

-¡HARRY, VAMOS! -gritó Hermione.

Un centenar de Dementores estaban avanzando, deslizándose hacia ellos, absorbiendo al avanzar, acercándose a la desesperanza de Harry, que era como la promesa de un banquete...

Vio como el terrier plateado de Ron irrumpía violentamente en el aire, destellaba tenuemente, y expiraba; vio girar la nutria de Hermione en mitad del aire para desvanecerse, y su propia varita tembló en su mano, y casi le daba la bienvenida al olvido que se aproximaba, la promesa de la nada, de no sentir...

Y entonces una liebre plateada, un cerdo y un zorro se elevaron por encima de las cabezas de Harry, Ron y Hermione. Los Dementores retrocedieron ante la aproximación de las criaturas. Tres personas más habían salido de la oscuridad colocándose junto a ellos, con sus varitas extendidas para seguir proyectando el Patronus: Luna, Ernie y Seamus.

-Esta bien -dijo Luna en tono alentador, como si estuvieran nuevamente en la Sala de Menesteres y esto fuera simplemente un ejercicio de práctica de hechizos para el ED- Está bien, Harry... vamos piensa en algo feliz...

-¿Algo feliz? -dijo él, la voz enronquecida.

-Todos estamos aquí aún -susurró ella- todavía estamos luchando. Vamos, hazlo...

Se produjo una chispa plateada, después una luz vacilante, y luego, con el mayor esfuerzo que nunca le hubiera costado, el ciervo prorrumpió desde la punta de la varita de Harry. Fue a medio galope hacia delante, y entonces los Dementores se dispersaron en serio, e inmediatamente la noche se volvió templada de nuevo, aunque el sonido de la batalla circundante sonaba alto en sus oídos.

-No podemos agradecéroslo lo suficiente -dijo Ron con voz temblorosa, volviéndose hacia Luna, Ernie y Seamus- nos acabáis de salvar...

Con un rugido y un temblor como el de un terremoto, otro gigante emergió tambaleándose de la oscuridad proveniente de los bosques, blandiendo una porra más alta que cualquiera de ellos.

-¡CORRED! -gritó Harry de nuevo, pero los otros no necesitaban que se lo dijera. Todos se dispersaron, y ni un segundo demasiado pronto, ya que al momento siguiente el enorme pie de la criatura había caído exactamente donde ellos habían estado. Harry echó una mirada alrededor, Ron y Hermione le seguían, pero los otros tres habían desaparecido en el fragor de la batalla.

-¡Salgamos fuera de su alcance! -aulló Ron mientras el gigante movía su porra de nuevo y sus rugidos resonaban a través de la noche, cruzando los jardines, donde explosiones de luz roja y verde continuaban iluminando la oscuridad.

-¡Al Sauce boxeador -dijo Harry- vamos!

De alguna manera lo encerró todo en la mente, lo embutió en un pequeño espacio en el que no miraría ahora: pensamientos sobre Fred y Hagrid, y el terror que sentía por todas las personas a las que amaba, dispersados dentro y fuera del castillo; todos debían esperar, porque tenían que correr, tenían que llegar a la serpiente y a Voldemort, porque esa era, como había dicho Hermione, la única forma de terminar con todo...

Corrió rápido, medio creyendo que podría dejar atrás a la muerte, ignorando las llamaradas de luz que volaban en la oscuridad a su alrededor, el sonido del lago rompiendo como el mar, y el crujir del Bosque Prohibido aunque esa noche no había viento, a través de jardines que parecían haberse alzado en rebelión, corrió mas rápido de lo que nunca se había movido en su vida.

Y fue el primero en ver el gran árbol, el Sauce que protegía el secreto de sus raíces con ramas que fustigaban como látigos.

Resollando y jadeando, Harry redujo la marcha, esquivando las ramas del sauce boxeador, escudriñando a través de la oscuridad hacia el marcado tronco, intentando ver el único nudo en la corteza del viejo árbol que podía paralizarlo. Ron y Hermione lo alcanzaron, Hermione estaba tan falta de aliento que no podía hablar.

-¿Cómo... cómo vamos a colarnos? -jadeó Ron. -Puedo...ver el lugar... si tuviéramos... otra vez a Crookshank...

-¿Crookshanks? -resolló Hermione, doblada por la mitad, aferrándose el pecho.

-¿Eres un mago ó qué?

-Oh... vale...si...

Ron echó un vistazo alrededor, luego dirigió su varita hacia una ramita en el suelo y dijo —¡Winguardium Leviosa!. —la ramita se elevó desde el suelo, giró a través del aire como cogida por una ráfaga de viento, después se acerco rápida y directa al tronco pasando a través de las amenazadoras ramas oscilantes del Sauce. Golpeó un lugar cerca de las raíces, e inmediatamente el serpenteante árbol se quedó quieto.

—¡Perfecto! —resolló Hermione

—Espera.

Por un incierto segundo, mientras los estallidos y truenos de la batalla llenaban el aire, Harry vaciló.

Voldemort quería que hiciera esto, quería que fuera... ¿Estaba guiando a Ron y Hermione a una trampa? Pero la realidad parecía cerrarse a su alrededor, cruel y evidente. La única forma de progresar era matar a la serpiente, y la serpiente estaba donde estaba Voldemort y Voldemort estaba al final de ese túnel...

—¡Harry, vamos a ir contigo, entra ahí! —dijo Ron, empujándole hacia delante.

Harry culebreó por el terroso pasaje oculto entre las raíces del árbol. Había mucho menos espacio del que había habido la última vez que habían entrado. El túnel era de techo bajo: habían tenido que doblarse sobre sí mismos para moverse a través de él casi cuatro años atrás; ¡ahora no había otra forma de hacerlo más que arrastrándose! Harry iba primero, con la varita iluminada, esperando encontrar barreras en cualquier momento, pero no había ninguna. Se movían en silencio, la mirada de Harry estaba fija en el oscilante haz de la varita que aferraba en el puño. Al fin, el túnel empezó a elevarse y Harry vio una tira de luz al frente. Hermione tiró de su tobillo.

—¡La Capa! —susurró— ¡Ponte la Capa!

Tanteó hacia atrás y ella embutió el bulto de escurridiza tela en su mano libre. Con dificultad la pasó sobre sí mismo, murmuró, — Nox —, extinguiendo la luz de la varita , y continuó sobre manos y rodillas, tan silenciosamente como le fue posible, con todos sus sentidos esforzándose al máximo, esperando a cada segundo ser descubiertos, oír una fría y clara voz ó ver un destello de luz verde.

Y entonces oyó voces provenientes de la habitación que había directamente frente a ellos, solo un poco amortiguadas por el hecho de que la abertura al final del túnel había sido bloqueada con lo que parecía ser un viejo cajón. Apenas atreviéndose a respirar, Harry se acercó de lado hasta llegar a la abertura y miró a través de un minúsculo resquicio que había quedado entre el cajón y la pared. La habitación al otro lado estaba tenuemente iluminada, pero pudo ver a Nagini, arremolinándose y enroscándose como una serpiente submarina, segura en su encantada esfera resplandeciente, que flotaba sin apoyo en medio del aire. Podía ver el borde de una mesa, y una blanca mano de largos dedos jugueteando con una varita.

Entonces Snape habló, y el corazón de Harry dio una sacudida. Snape estaba a poca distancia de donde él se agazapaba oculto.

-...mi Señor, la resistencia se está desmoronando...

-... y lo está haciendo sin tu ayuda -dijo Voldemort con su altiva y clara voz. -Aunque tú seas un hábil mago, Severus, no creo que supongas mucha diferencia ahora. Casi estamos... casi.

-Permítame encontrar al chico. Déjeme traerle a Potter. Sé que puedo encontrarle, mi Señor. Por favor.

Snape pasó a zancadas por delante de la hendidura, y Harry se retiró un poco, manteniendo los ojos fijos en Nagini, preguntándose si habría algún hechizo que pudiera penetrar la protección que la rodeaba, pero no podía recordar ninguno. Un intento fallido, y revelaría su posición.

Voldemort se levantó. Harry podía verle ahora, ver sus ojos rojos, el achatado rostro de serpiente, su palidez reluciendo levemente en la penumbra.

-Tengo un problema Severus -dijo Voldemort suavemente.

-¿Mi Señor?- -dijo Snape.

Voldemort levantó la Varita de Saúco, cogiéndola tan delicada y meticulosamente como la batuta de un director.

-¿Por qué no me funciona, Severus?

En el silencio Harry imaginó que podía escuchar el leve siseo de la serpiente mientras se enroscaba y desenroscaba... ¿ó era el suspiro sibilante de Voldemort persistiendo en el aire?

-¿Mi... Mi Señor? - dijo Snape sin comprender. -No lo entiendo. Usted... usted ha ejecutado magia extraordinaria con esa varita.

-No -dijo Voldemort- He ejercido mi magia habitual. Soy extraordinario, pero esta varita...no. No ha revelado las maravillas que me habían prometido. No percibo diferencias entre esta varita y la que obtuve de Ollivander tantos años atrás.

El tono de Voldemort era pensativo, tranquilo pero la cicatriz de Harry había comenzado a palpitar y latir. El dolor estaba aumentando en su frente, y podía sentir aquel controlado sentimiento de furia creciendo dentro de Voldemort.

-Ninguna diferencia -dijo de nuevo Voldemort.

Snape no habló. Harry no podía verle la cara. Se preguntó si Snape presentía el peligro, y estaba intentando encontrar las palabras adecuadas para tranquilizar a su maestro.

Voldemort empezó a moverse alrededor de la habitación. Harry lo perdió de vista unos segundos mientras la rondaba, hablando con la misma voz mesurada, mientras el dolor y la furia aumentaban en Harry.

-He pensado largo y tendido, Severus... ¿sabes por qué te he hecho volver de la batalla?

Y por un momento Harry vio el perfil de Snape. Sus ojos estaban fijos en la enroscada serpiente en su caja encantada.

-No, mi Señor, pero le ruego que me permita volver. Déjeme encontrar a Potter.

-Suenas como Lucius. Ninguno de vosotros entiende a Potter como lo hago yo. No necesita ser encontrado. Potter vendrá a mí. Yo conozco sus debilidades, sabes, su único gran defecto. Odiaría ver como son fulminados los demás a su alrededor, sabiendo que lo que ocurre es a causa de él. Querrá detenerlo a cualquier precio. Vendrá.

-Pero mi Señor, podría resultar muerto accidentalmente por cualquier otro antes de que usted...

-Mis instrucciones a los mortifagos han sido perfectamente claras. Capturar a Potter. Matar a sus amigos...cuantos más, mejor... pero no matarle a él. Pero es de ti de quien deseo hablar, Severus, no de Harry Potter. Has sido muy valioso para mí. Muy valioso.

-Mi Señor sabe que solo ambiciono servirle. Pero... déjeme ir a por el chico, mi Señor. Déjeme traérselo. Sé que puedo...

-¡Te he dicho que no! -dijo Voldemort, y Harry captó el brillo rojo en sus ojos cuando se giraba de nuevo, y el susurrar de su manto fue como el deslizar de una serpiente, y sintió la impaciencia de Voldemort en su ardiente cicatriz. - Mi preocupación por el momento, Severus, es que ocurrirá cuando finalmente encuentre al chico.

-Mi Señor, no puede haber dudas, ¿seguramente...?

-... pero hay una duda, Severus. La hay.

Voldemort se detuvo, y nuevamente Harry pudo verlo perfectamente mientras deslizaba la Varita de Saúco entre sus blancos dedos, mirando fijamente a Snape.

-¿Por qué las dos varitas que he usado fracasaron cuando las dirigí hacia Harry Potter?

-Yo... Yo no puedo responder eso mi Señor.

-¿No puedes?

Harry sintió la puñalada de ira como si le hubieran atravesado la cabeza con un clavo. Se metió el puño dentro de la boca para evitar lanzar un grito de dolor. Cerró los ojos y de repente él era Voldemort, estudiando la pálida cara de Snape.

-Mi varita de tejo hizo todo lo que le pedí, Severus, excepto matar a Harry Potter. Falló dos veces. Cuando torturé a Ollivander este me habló de los núcleos gemelos, me dijo que usara la varita de otra persona. Así lo hice, pero la varita de Lucius se hizo pedazos tras enfrentarse a la de Potter.

-No... no tengo explicación, mi Señor.

Snape no estaba mirando ahora a Voldemort. Sus oscuros ojos estaban todavía fijos en la enroscada serpiente en la esfera protectora.

-Busqué una tercera varita, Severus, la Varita de Sáuco, la Varita del Destino, la Vara de la Muerte. La tome de su dueño anterior. La cogí de la sepultura de Albus Dumbledore.

Y ahora Snape miró a Voldemort, y el rostro de Snape parecía como una mascara de muerte. Era blanco como el mármol y tan quieto que cuando habló, fue una conmoción ver que alguien vivía tras de esos ojos vacíos.

-Mi Señor... déjeme ir a por el chico...

-Toda esta larga noche mientras estoy al borde de la victoria, he estado aquí sentado -dijo Voldemort, su voz apenas más alta que un suspiro,- preguntándome, preguntándome por qué la Varita de Saúco se niega a ser lo que debería ser, se niega a actuar como la leyenda dice que debe actuar para su verdadero dueño...y creo que tengo la respuesta.

Snape no habló

-¿Quizás tú ya la sabes? Después de todo, eres un hombre inteligente, Severus. Has sido un buen y leal sirviente, y lamento lo que debe ocurrir.

-Mi Señor...

-La Varita de Saúco no puede servirme adecuadamente, Severus, porque yo no soy su verdadero dueño. La Varita de Saúco pertenece al mago que asesinó a su último dueño. Tú mataste a Albus Dumbledore. Mientras vivas, Severus, la Varita de Saúco no puede ser realmente mía.

-¡Mi Señor! -protestó Snape, levantando su varita.

-No hay otro camino -dijo Voldemort -Debo dominar la varita, Severus. Dominar la varita, y dominar a Potter al fin.

Y Voldemort golpeó el aire con la Varita de Saúco. No pareció hacerle nada a Snape, que por una fracción de segundo pareció pensar que había sido indultado, pero entonces la intención de Voldemort quedó clara. La jaula de la serpiente se había girado en el aire, y antes de que Snape pudiera hacer algo más que gritar, le había cubierto parcialmente, la cabeza y los hombros y Voldemort habló en Parsel.

-Mata.

Hubo un terrible grito. Harry vio la cara de Snape perder el poco color que le quedaba, empalideció mientras sus negros ojos se ensanchaban, mientras los colmillos de la serpiente atravesaban su cuello, y él fracasaba en su intento de librarse a si mismo de la jaula encantada. Sus rodillas cedieron y cayó al suelo.

-Lo lamento -dijo fríamente Voldemort.

Se apartó. No había tristeza en él, ni remordimiento. Ya era hora de dejar esta choza y hacerse cargo de la situación, con una varita que ahora obedecería todas sus órdenes. La apuntó hacia la resplandeciente jaula, que contenía a la serpiente, y esta flotó hacia arriba, liberando a Snape, que cayó de lado sobre el suelo, con sangre chorreando de las heridas del cuello. Voldemort salió de la habitación sin una mirada atrás y la gran serpiente flotó tras él dentro de su enorme esfera protectora.

De regreso al túnel y a su propia mente, Harry abrió los ojos. Se había hecho sangre al morderse los nudillos en un esfuerzo por no gritar. Ahora estaba viendo a través de la minúscula grieta entre el cajón y la pared, viendo un pie enfundado en una bota negra que temblaba en el suelo.

-¡Harry!-dijo Hermione en voz baja tras él, pero él ya había apuntado con la varita el cajón que bloqueaba la vista. Éste se levantó un poco en el aire y flotó haciéndose silenciosamente a un lado. Tan sigilosamente como pudo, se metió en la habitación.

No sabía por que lo estaba haciendo, pero se estaba aproximando al hombre moribundo. No sabía que sentía al ver la blanca cara de Snape, tratando de restañar con los dedos la sangrienta herida del cuello. Harry se sacó la Capa de invisibilidad y bajó la mirada hacia el hombre que odiaba, cuyos agrandados ojos negros encontraron a Harry mientras trataba de hablar. Harry se inclinó sobre él, y Snape le agarró la parte delantera de sus ropas y lo acercó.

Un terrible y borboteante ruido salio de la garganta de Snape.

-Coge...la... coge... la

Algo más que sangre estaba escurriéndose de Snape. Azul plateado, ni gas ni liquido, emanaba de su boca, oídos y ojos, y Harry sabía lo que era, pero no sabía qué hacer...

Una redoma, conjurada del el fino aire, fue dejada en su temblorosa mano por Hermione. Harry recogió la plateada sustancia con su varita metiéndola dentro. Cuando la redoma estuvo llena hasta el borde, y Snape daba la sensación de que ya no le quedara nada de sangre dentro, su agarre en la ropa de Harry se aflojó.

-Mira...a...me...-susurró Snape.

Los ojos verdes encontraron los negros, pero después de un segundo, algo en las profundidades de los oscuros pareció desaparecer, dejándolos fijos, en blanco y vacíos. La mano que agarrada a Harry hizo un ruido sordo al golpear el suelo, y Snape no se movió más.

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