8.2.08

CAPITULO 15

Capítulo 15
La venganza del Goblin
Temprano, a la mañana siguiente, antes de que los otros dos se despertaran, Harry dejó la tienda para buscar en el bosque que les rodeaba el árbol más viejo, nudoso y resistente que pudiera encontrar. Allí, a su sombra, enterró el ojo de Ojo-Loco Moody y marcó el lugar tallando con la varita una pequeña cruz sobre la corteza. No era mucho, pero Harry pensaba que Ojo-Loco lo habría preferido a estar incrustado en la puerta de Dolores Umbridge. Luego regresó a la tienda a esperar a que despertaran los demás, para discutir que harían a continuación.
Harry y Hermione pensaban que era mejor no quedarse mucho tiempo en el mismo lugar, y Ron estuvo de acuerdo, con la única condición de que su próximo movimiento les llevara cerca de un sándwich de bacon. Así que Hermione quitó los encantamientos que había colocado alrededor del claro, mientras Harry y Ron borraban todas las marcas y señales sobre la tierra que pudieran revelar que habían acampado allí. Luego se Desaparecieron hacia las afueras de una pequeña ciudad comercial.
Después de armar la tienda al resguardo de un pequeño grupo de árboles, y rodearla nuevamente con encantamientos protectores, Harry se aventuró a salir, debajo de la capa de invisibilidad, a buscar sustento. Pero no salió según lo planeado. Apenas había entrado en la ciudad cuando un frío antinatural, una niebla descendente, y un súbito oscurecer del cielo hizo que se quedara congelado en el lugar donde estaba parado.
-¡Podías haber hecho un brillante Patronus! –protestó Ron, cuando Harry regresó a la tienda con las manos vacías, sin aliento y articulando únicamente la palabra Dementores.
-No pude… hacerlo. –jadeó, apretando sobre la punzada que tenía sobre un costado-. No… aparecía.
Las expresiones de consternación y desilusión hicieron que Harry se sintiera avergonzado, ver salir a lo lejos a los dementores volando entre la niebla y notar que el frío paralizador estrangulaba sus pulmones, que un grito lejano le llenaba los oídos, y que no iba a ser capaz de protegerse a sí mismo, había sido una experiencia angustiosa.
Harry había necesitado toda su fuerza de voluntad para apartarse del lugar en el que estaba y correr, dejando que los ciegos dementores se deslizaran entre los muggles, que podían no ser capaces de verlos, pero que seguramente sentían la desesperanza que estos vertían dondequiera que fueran.
-Así que seguimos sin tener comida.
-Cállate, Ron. –dijo Hermione bruscamente-. Harry, ¿Qué ocurrió? ¿Por qué piensas que no pudiste hacer el Patronus? ¡Ayer lo hiciste perfectamente!
-No lo sé.
Se hundió en uno de los viejos sillones de Perkins, sintiéndose más humillado a cada momento que pasaba. Temía que algo estuviera mal dentro de él. Ayer parecía muy lejano: hoy podría haber tenido trece años otra vez, y volver a ser el único que se desmayó en el expreso de Hogwarts.
Ron pateó una de las patas del sillón.
-¿Qué? –le gruño a Hermione. –¡Me muero de hambre! ¡Lo único que he comido desde que casi me desangro hasta la muerte han sido un par de hongos!
-Entonces ve y ábrete camino luchando a través de los dementores. –dijo Harry, enardecido.
-Lo haría, pero mi brazo está en cabestrillo, ¡por si no te habías dado cuenta!
-Eso te es muy conveniente.
-Y que se supone que significa…
-¡Por supuesto! –gritó Hermione, golpeándose la frente con la mano sobresaltándolos a ambos, provocando que se quedaran en silencio-. Harry, dame el relicario.
-Vamos -dijo impacientemente, chasqueando los dedos ante él por su falta de reacción-. ¡El Horcrux, Harry, todavía lo llevas puesto!
Ella extendió las manos, y Harry se paso la cadena de oro por encima de la cabeza. En el momento en que dejo de estar en contacto con la piel de Harry, este se sintió libre y extrañamente liviano. Ni siquiera se había dado cuenta de que se sentía sofocado o de que sentía un fuerte peso presionándole el estómago hasta que ambas sensaciones cesaron.
-¿Mejor? –preguntó Hermione.
-¡Si, muchísimo mejor!
-Harry -dijo arrodillándose frente de él y usando el tipo de voz que se asocia a cuando visitas a alguien extremadamente enfermo-. No habrás sido poseído, ¿verdad?
-¿Qué? ¡No! –dijo a la defensiva-. Recuerdo todo lo que hicimos mientras lo llevaba. Si hubiera estado poseído, no sabría lo que había hecho, ¿verdad? Ginny me contó que había veces en las que no podía recordar nada.
-Hmmm -dijo Hermione, mirando hacia abajo al pesado relicario de oro-Bueno, tal vez no deberíamos llevarlo puesto. Podríamos dejarlo en la tienda.
-No dejaremos el Horcrux por ahí. –declaró Harry firmemente-. Si lo perdemos, si lo roban…
-Vale, esta bien, está bien -dijo Hermione, y se lo puso alrededor del cuello y lo escondió de la vista debajo de la camisa.
-Pero lo llevaremos por turnos, para que nadie lo lleve demasiado tiempo.
-Genial -dijo Ron irritado-, Ahora que hemos resuelto eso, por favor, ¿podemos conseguir algo de comida?
-Bien, pero iremos a otra parta a buscarla -dijo Hermione lanzándole a Harry una mirada de reojo-. No hay necesidad de que nos quedemos en un lugar donde sabemos que hay dementores apareciéndose por ahí.
Al final se acomodaron para pasar la noche en un campo remoto perteneciente a una solitaria granja, de la cual se las habían ingeniado para obtener huevos y pan.
-No es robar, ¿verdad? -preguntó Hermione inquieta, mientras devoraban los huevos revueltos con tostadas-. Hemos dejado dinero debajo del gallinero.
Ron hizo rodar los ojos y dijo, con las mejillas abultadas, -¡Er-mynee, no te pr-oupes ta-to, ‘elájate!
Y verdaderamente, era mucho más fácil relajarse cuando estaban confortables y bien alimentados: olvidaron la discusión sobre los dementores con las risas de esa noche y Harry se sintió alegre, hasta esperanzado, cuando fue a hacer el primero de los tres turnos de guardia de esa noche.
Este era su primer encuentro con la realidad de que un estómago lleno significa buen humor; uno vacío, disputas y tristeza. Harry se sintió muy poco sorprendido por este hecho, ya que había sufrido períodos de casi inanición en casa de los Dursley. Hermione soportaba razonablemente bien aquellas noches en las que sólo conseguían escamotear bayas y bizcochos rancios, quizás su temperamento se volviera un poco más explosivo de lo normal y sus silencios algo agrios. Ron, en cambio, siempre había estado acostumbrado a tres deliciosas comidas por día, cortesía de su madre o de los elfos domésticos de Hogwarts, y el hambre lo ponía irracional e irritable.
Cada vez que la falta de comida coincidía con el turno de Ron de usar el Horcrux, se volvía directamente desagradable.
-¿Entonces a donde vamos ahora? –era el constante estribillo. Parecía no tener ideas propias, pero esperaba que Harry y Hermione idearan planes mientras él se sentaba y meditaba sobre el escaso abastecimiento de comida.
En consecuencia, Harry y Hermione pasaban infructuosas horas tratando de decidir donde podrían encontrar los otros Horcruxes, y como destruir el que ya tenían, y sus conversaciones se volvían cada vez más repetitivas, ya que no tenían nueva información.
Como Dumbledore le había dicho a Harry que creía que Voldemort había escondido Horcruxes en lugares importantes para él, seguían compendiando, como en una especie de lúgubre itinerario, aquellas localidades en las que sabían que Voldemort había vivido o visitado. El Orfanato donde había nacido y se había criado; Hogwarts, donde había sido educado; Borgin and Burkes, donde había trabajado después de terminar su educación; Albania, donde había pasado los años de exilio. En ellas sentaban las bases para sus especulaciones.
-Si, vayamos a Albania. No debería llevarnos más de unas tarde registrar un país entero -dijo Ron sarcásticamente.
-No puede haber nada allí. Ya había hecho cinco Horcruxes antes de irse al exilio, y Dumbledore estaba seguro que la serpiente fue el sexto -dijo Hermione-. Sabemos que la serpiente no está en Albania, generalmente está con Vol…
-¿No os he pedido que dejéis de decir eso?
-¡De acuerdo! La serpiente generalmente está con Ya-sabes-quién… ¿contento?
-No exactamente.
-No puedo creer que haya escondido nada en Borgin and Burkes –dijo Harry, que ya había repasado este punto varias veces antes, pero lo repitió simplemente para romper el incómodo silencio-. Borgin and Burkes eran expertos en objetos oscuros, hubieran reconocido un Horcrux en el acto.
Ron bostezó intencionadamente. Reprimiendo el fuerte deseo de tirarle algo, Harry continuó escarbando -Todavía creo que puede haber escondido alguno en Hogwarts.
Hermione suspiró.
-¡Pero Dumbledore lo hubiera encontrado, Harry!
Harry repitió el argumento que continuaba aportando a favor de su teoría.
-Dumbledore me dijo que nunca había dado por sentado que conociera todos los secretos de Hogwarts. Estoy seguro, si hay un lugar donde Vol…
-¡OI!
-¡YA-SABES-QUIEN, entonces! –gritó Harry, aguijoneado más alla de su tolerancia-. ¡Si existe un lugar verdaderamente importante para Ya-sabes-quién, es Hogwarts!
-Oh, vamos. –Se burló Ron-. ¿Su colegio?
-¡Si, su colegio! Fue su primer hogar verdadero, el lugar que lo hizo especial; lo significa todo para él, y aún después de irse…
-Estamos hablando de Ya-sabes-quién, ¿no? No de ti -Inquirió Ron. Estaba tirando de la cadena del Horcrux que le colgaba del cuello; Harry se vio invadido por el deseo de apoderarse de ella y estrangularlo.
-Nos contaste que Ya-sabes-quien le pidió a Dumbledore que le diera trabajo después de graduarse -dijo Hermione.
-Si así es -dijo Harry.
-Y Dumbledore pensó que solo quería volver para tratar de encontrar algo, probablemente otro objeto de los fundadores, ¿Tal vez para convertirlo en otro Horcrux?
-Si -dijo Harry.
-Pero no consiguió el puesto, ¿verdad? –dijo Hermione-, ¡Así que no tuvo la oportunidad de encontrar un objeto perteneciente a los fundadores allí y esconderlo en el colegio!
-Vale, entonces -dijo Harry, derrotado-. Olvídaros de Hogwarts.
Sin otras pistas que seguir, viajaron a Londres y, escondidos bajo la capa de invisibilidad, buscaron el orfanato donde Voldemort había crecido. Hermione se introdujo furtivamente en una biblioteca y descubrió en sus archivos que el lugar había sido demolido muchos años antes. Visitaron el lugar y encontraron un bloque de oficinas.
-Podríamos intentar excavar los cimientos –sugirió Hermione con poco entusiasmo.
-No habría escondido un Horcrux aquí. –dijo Harry. Lo había sabido todo el tiempo. Para Voldemort, el orfanato había sido el lugar del cual estaba determinado a escapar; nunca hubiera escondido parte de su alma allí. Dumbledore le había revelado a Harry que Voldemort buscaba grandeza o misterio al elegir sus escondrijos; esta lúgubre esquina gris de Londres era lo más alejado que se pudiera imaginar de Hogwarts, o del Ministerio o de un edificio como Gringotts, el Banco de los Brujos, con sus puertas doradas y pisos de mármol.
Como no se les ocurrieron nuevas ideas, siguieron moviéndose a través del distrito rural, armando la tienda cada noche en un lugar diferente, por seguridad. Cada mañana se aseguraban de eliminar todas las pistas que pudieran revelar su presencia, luego partían para encontrar otro solitario y apartado paraje, viajando por medio de la Aparición hacia más zonas boscosas, hacia oscuras hendiduras sobre acantilados, hacia brezales púrpuras, laderas de montañas cubiertas de enebro, y una vez a una resguardada cueva llena de guijarros. Cada doce horas más o menos se pasaban el Horcrux entre ellos como si estuvieran jugando a algún perverso juego a cámara lenta de “Pasa-el-Paquete” *1 , temiendo que la música se detuviera porque la recompensa eran doce horas de creciente miedo y ansiedad.
A Harry le punzaba la cicatriz constantemente. Se dio cuenta que le pasaba más a menudo cuando llevaba puesto el Horcrux. A veces no podía evitar reaccionar ante el dolor.
-¿Qué? ¿Qué fue lo que viste? –preguntaba Ron cada vez que notaba que Harry se encogía.
-Un rostro -murmuraba Harry, cada vez-. El mismo rostro. El ladrón que le robó a Gregorovitch.
Y Ron se daba la vuelta, sin esforzarse en esconder su desilusión. Harry sabía que Ron tenía la esperanza de escuchar noticias acerca de su familia o del resto de la Orden del Fénix, pero, después de todo, él, Harry, no era una antena de televisión; solo podía ver lo que estaba pensando Voldemort en ese momento, no sintonizar cualquiera cosa que le apeteciera. Aparentemente Voldemort pensaba obsesiva y continuamente en el desconocido joven de rostro alegre, acerca de cuyo nombre y paradero, Harry estaba seguro, que Voldemort conocía tanto como él. Como la cicatriz de Harry continuaba ardiendo, y el alegre y rubio muchacho flotaba exasperantemente en sus recuerdos, aprendió a suprimir toda señal de dolor o incomodidad, ya que los otros dos solo daban muestras de impaciencia ante la mención del ladrón. No podía culparlos del todo, cuando estaban tan desesperados por encontrar una pista de los Horcruxes.
Cuando los días se convirtieron en semanas, Harry comenzó a sospechar que Ron y Hermione estaban teniendo conversaciones a sus espaldas, acerca de él. Varias veces dejaron de hablar abruptamente cuando Harry entraba en la tienda, y dos veces accidentalmente los encontró acurrucados a cierta distancia, con las cabezas juntas, y hablando rápidamente; ambas veces se quedaron en silencio cuando se dieron cuenta de que se acercaba y se apresuraron a mostrarse ocupados recolectando madera o agua.
Harry no podía evitar preguntarse si sólo habían accedido a embarcarse en lo que ahora parecía un inútil e indefinido viaje, porque pensaban que tenía algún plan secreto del que se enterarían a su debido tiempo. Ron no hacía ningún esfuerzo por ocultar su mal humor, y Harry estaba empezando a temer que Hermione también estuviera desilusionada por su pobre liderazgo. Desesperado trató de pensar en posibles localizaciones de Horcruxes, pero la única que se le ocurría siempre era Hogwarts, y como ninguno de los otros pensaba que esto fuera posible, dejo de sugerirlo.
El otoño envolvió al distrito rural mientras lo recorrían.
Ahora armaban la tienda sobre mantos de hojas caídas. La niebla natural se unía a la conjurada por los dementores; el viento y la lluvia se añadían a sus problemas. El hecho de que Hermione estuviera mejorando su habilidad para identificar hongos comestibles no compensaba totalmente el continuo aislamiento, la falta de compañía de otras personas, o la total ignorancia acerca de lo que estaba pasando en la guerra contra Voldemort.
-Mi madre -dijo Ron una noche, mientras se sentaban en la tienda junto al lecho de un río en Gales-, puede hacer aparecer una provechosa comida del aire.
Malhumorado, pinchó los trozos de lucio carbonizado que había en su plato. Automáticamente, Harry miro el cuello de Ron y vio, como había esperado, la cadena dorada del Horcrux brillando allí. Se las arreglo para luchar contra el impulso de maldecir a Ron, cuya actitud, estaba seguro, mejoraría un poco cuando llegara la hora de sacarse el relicario.
-Tu madre no puede producir comida del aire -dijo Hermione-. Nadie puede. La comida es la primera de las cinco Excepciones Principales a la Ley de Gamp de Transfiguración Element…
-Oh, habla en español, ¿o no puedes? –dijo Ron, sacándose una espina de pescado de entre los dientes.
-¡Es imposible fabricar una buena comida de la nada! Puedes convocarla si sabes donde está, puedes transformarla, puedes incrementar la cantidad si ya tienes un poco…
-Bien, no te esfuerces en incrementar esta, es asquerosa -dijo Ron.
-¡Harry cogió el pescado y yo hice lo mejor que pude con él! ¡He notado que siempre soy yo la que termina cocinando, supongo que porque soy una chica!
-¡No, es porque se supone que eres la mejor haciendo magia! –replicó Ron.
Hermione saltó, y unos trozos de lucio asado se deslizaron del plato de lata hasta caer al piso.
-Puedes cocinar tú mañana, Ron, puedes buscar los ingredientes y probar un encantamiento que los transforme en algo digno de comerse, y yo me sentaré ahí y te pondré caras y gemiré, para que puedas ver como…
-¡Callaros! –dijo Harry, parándose de un salto y levantando ambas manos-. ¡Callaros, ahora!
Hermione se veía ultrajada.
-Como puedes ponerte de parte de él, casi nunca cocina…
-¡Hermione, cállate, oigo a alguien!
Estaba esforzándose por escuchar, tenía las manos levantadas aún, advirtiéndoles para que no hablaran. Entonces, sobre el torrente y efusión del oscuro río que había junto a ellos, escuchó voces otra vez. Miró a su alrededor buscando el chivatoscopio. No se estaba moviendo.
-Conjuraste el encanto Muffliato sobre nosotros, ¿no? –le susurró a Hermione.
-Los hice todos -susurró en respuesta-, Muffliato, Repelente de Muggles y los Encantamientos Desilusionadores, todos ellos. No deberían ser capaces de oírnos ni vernos, quienquiera que sean.
Fuertes ruidos de forcejeos y arañazos, mas el sonido de piedras y ramitas desalojadas, les indicaron que varias personas estaban trepando por la empinada y arbolada ladera que descendía hacia la angosta orilla donde habían armado la tienda. Sacaron las varitas y esperaron.
Los encantamientos que habían conjurado a su alrededor deberían ser suficientes, en la casi total oscuridad, para escudarlos de la vista de los muggles y de los brujos y brujas normales. Si eran Mortífagos, entonces tal vez sus defensas estuvieran a punto de ser probadas contra la Magia Oscura por primera vez.
Cuando el grupo de hombres llegó a la orilla las voces se hicieron más altas pero no más inteligibles. Harry estimaba que sus dueños debían estar a menos de veinte pies de distancia, pero el río que caía en forma de cascada hacía que fuera imposible asegurarlo. Hermione tomó su bolso bordado y empezó a registrarlo; después de un momento sacó tres Oídos Extensibles y les tiró uno a Harry y otro a Ron, que velozmente insertaron un extremo del cordón color piel en sus oídos y sacaron el otro extremo fuera de la entrada de la tienda.
Segundos después Harry escucho una cansada voz masculina.
-Debería haber algunos salmones por aquí, ¿o te parece que todavía no ha llegado la temporada? ¡Accio Salmon!
Hubo varios ruidos de salpicaduras y luego ruidos distintivos del pescado batiéndose contra la carne. Alguien gruñó apreciativamente. Harry presionó más profundamente el extremo del Oído Extensible en el suyo. Sobre el murmullo del río podía distinguir otras voces, pero no estaban hablando en español ni en ningún otro lenguaje humano del que tuviera conocimiento. Era una lengua ruda y poco melodiosa, una sarta de repiqueteantes ruidos guturales, y parecía haber dos interlocutores, uno con un tono apenas un poco más bajo y pausado que el otro.
Un fuego cobró vida del otro lado de la lona; largas sombras pasaron entre la tienda y las llamas. El delicioso aroma del salmón asado flotó tentadoramente en su dirección. Luego llegó el tintinear de cubiertos sobre platos, y el primer hombre habló otra vez.
-Aquí, Griphook, Gornuk.
-¡Goblins! -Hermione articulo hacia Harry, quien asintió.
-Gracias -dijeron ambos Goblins en español.
-Asi que ¿Cuánto tiempo habéis estado huyendo, vosotro tres? –preguntó una nueva voz, melodiosa y agradable; a Harry le sonó vagamente familiar, y se imagino a un hombre de panza redonda, y cara alegre.
-Seis semanas… siete… lo olvidé -dijo el hombre cansado-. Me encontré con Griphook los primeros días y unimos fuerzas con Gornuk no mucho después. Es agradable tener algo de compañía. –Hubo una pausa, mientras los cuchillos rasgaban los platos y las pequeñas copas eran alzadas y vueltas a dejar en la tierra-. ¿Que te hizo partir, Ted? –continuó el hombre.
-Sabía que vendrían a buscarme -contestó el de voz melodiosa, Ted, y de repente Harry supo quien era: el padre de Tonks-. La semana pasada escuché que los Mortífagos estaban en el área y decidí que era mejor huir. Desde el principio, rehusé a registrarme como un nacido de muggles, sabes, así que sabía que era cuestión de tiempo, sabía que al final tendría partir. Mi esposa debería estar bien, es de sangre pura. Y luego conocí a Dean aquí presente, ¿que hará, unos días, hijo?
-Si, -dijo otra voz, y Harry, Ron y Hermione se miraron uno al otro, en silencio pero, a pesar de si mismos, emocionados, seguros de haber reconocido la voz de Dean Thomas, su compañero de Gryffindor.
-Nacido de muggles, ¿eh? –preguntó el primer hombre.
-No estoy seguro, -dijo Dean-. Mi padre dejó a mi madre cuando yo era un niño. Aunque no tengo pruebas de que haya sido un brujo.
Por un momento se hizo el silencio, salvo por los sonidos de masticación; luego Ted volvió a hablar.
-Tengo que decir, Dirk, que estoy sorprendido de haberme encontrado contigo. Contento, pero, sorprendido. Se corrió la voz de que te habían atrapado.
-Y así fue -dijo Dirk-. Estaba a medio camino de Azkaban cuando intenté fugarme. Lancé un hechizo Aturdidor sobre Dawlish y le robé la escoba. Fue más fácil de lo que puedas pensar; supongo que no debía estar muy bien en ese momento. Parecía Confundido. Si es así, me gustaría estrechar la mano de la bruja o brujo que lo hizo, probablemente me salvó la vida.
Hubo otra pausa en la que el fuego crepitó y se podían escuchar las embestidas del río. Luego Ted dijo -¿Y como encajais vosotros dos? Yo, eh, tenía la impresión de que los goblins estaban con Ya-sabes-quien, todos ellos.
-Tenías una falsa impresión. –dijo el goblin de voz más aguda-. No nos ponemos del lado de nadie. Esta es una guerra de brujos.
-¿Entonces, como es que estáis escondiéndoos?
-Estimé que era lo más prudente -dijo el goblin de voz más profunda-. Habiéndo rehusado a aceptar lo que yo consideré que era una demanda impertinente, me di cuenta que mi seguridad personal estaba en riesgo.
-¿Qué te pidieron que hicieras? –preguntó Ted.
-Tareas impropias de la dignidad de mi raza. –respondió el goblin, empleando un tono de voz más rudo y menos humano al decirlo-. No soy un elfo doméstico.
-¿Y tu, Griphook?
-Razones similares -dijo el goblin de voz más aguda-. Gringotts ya no está bajo el exclusivo control de los de mi raza. Yo no reconozco a ningún brujo como Director.
Añadió algo en voz baja en Gobbledegouk, y Gornuk se echó a reír.
-¿Cuál es el chiste? –preguntó Dean.
-Dijo -contestó Dirk-, que hay cosas que tampoco los brujos reconocen.
Hubo una pequeña pausa.
-No lo entiendo. –dijo Dean.
-Me tomé mi pequeña venganza antes de partir -dijo Griphook en español.
-Buen hombre… goblin, quise decir. –enmendó Ted rápidamente-. ¿Supongo que no te las ingeniarías para encerrar a uno de los Mortífagos en una de las viejas cámaras de alta seguridad?
-Si lo hubiera hecho, la espada no le habría ayudado a escaparse de allí -replicó Griphook. Gornuk se rió otra vez y hasta Dirk soltó una risa seca.
-Todavía creo que aquí hay algo que Dean y yo nos hemos perdido. –dijo Ted.
-También Severus Snape, solo que todavía no lo sabe, -dijo Griphook, y los dos goblins estallaron en risas malignas. Dentro de la tienda la respiración de Harry se había vuelto superficial por la excitación. El y Hermione se miraron fijamente el uno al otro, escuchando lo más atentamente posible.
-¿No te enteraste de eso, Ted? –preguntó Dirk-. ¿De los chicos que trataron de robar la espada de Gryffindor de la oficina de Snape en Hogwarts?
Pareció como si a Harry lo hubiera atravesado una corriente eléctrica, alterando cada uno de sus nervios mientras permanecía en el lugar como si hubiera echado raíces.
-No escuché ni una palabra, -dijo Ted-. No salió en el Profeta, ¿verdad?
-Difícilmente –se rió Dirk entre dientes-. Griphook aquí presente me lo contó, se enteró del asunto por Bill Weasly que trabaja en el banco. Uno de los jóvenes que trató de llevarse la espada era la hermana más pequeña de Bill.
Harry miró hacia donde se hallaban Hermione y Ron, ambos aferraban los Oídos Extensibles tan firmemente como si fueran cuerdas de salvamento.
-Ella y un grupo de amigos entraron en la oficina de Snape y rompieron el vidrio de la vitrina donde aparentemente guardaba la espada. Snape los atrapó cuando bajaban la escalera tratando de pasarla de contrabando.
-Ah, Dios los bendiga. –dijo Ted-. ¿Qué pensaban, que serían capaces de usar la espada contra Ya-sabes-quien? ¿O contra el mismo Snape?
-Bien, fuera lo que fuera lo que pensaran hacer con ella, Snape decidió que la espada no estaba a salvo donde estaba. –dijo Dirk-. Un par de días más tarde, me imagino que después de obtener el visto bueno de Ya-sabes-quien, la mando a Londres para que en cambio fuera guardada en Gringotts.
Los goblins comenzaron a reírse otra vez.
-Todavía no le encuentro la gracia -dijo Ted.
-Es una falsificación. –graznó Griphook.
-¡La espada de Gryffindor!
-Oh si. Es una copia… una excelente copia, verdaderamente… pero estaba hecha por magos. La original fue forjada hace siglos por goblins y tenía ciertas propiedades que solo las armas hechas por goblins poseen. Donde quiera que esté la genuina espada de Gryffindor, no está en una bóveda del Banco de Gringotts.
-Ya veo. –dijo Ted-. Y asumo que no te molestaste en decirle esto a los Mortífagos.
-No vi ninguna razón para molestarles con esa información. –dijo Griphook con mucha compostura, y ahora Ted y Dean se unieron a las risas que proferían Gornuk y Dirk.
Dentro de la tienda, Harry cerró los ojos, deseando que alguien hiciera la pregunta de la cual necesitaba la respuesta, y después de un minuto que parecieron diez, Dean le hizo el favor; después de todo (recordó Harry sintiendo una sacudida) también era ex-novio de Ginny.
-¿Que ocurrió con Ginny y los demás? ¿Los que trataron de robarla?
-Oh, fueron castigados, y cruelmente-. Dijo Griphook con indiferencia.
-¿Pero aún así se encuentran bien? –preguntó Ted velozmente-. Quiero decir, que los Weasley lo menos que necesitan es más hijos heridos ¿verdad?
-Por lo que se, no sufrieron heridas serias. –dijo Griphook.
-Me alegro por ellos. –dijo Ted-. Con los antecedentes que tiene Snape supongo que deberíamos alegrarnos de que aún sigan con vida.
-¿Entonces, crees esa historia, verdad, Ted? –Preguntó Dirk-. ¿Crees que Snape mató a Dumbledore?
-Por supuesto que lo creo. -dijo Ted-. ¿Te vas a quedar sentado allí diciéndome que crees que Potter tuvo algo que ver con ello?
-Es difícil saber en que creer en estos días. –murmuró Dirk.
-Conozco a Harry Potter. –dijo Dean-. Y considero que el es el verdadero… el Elegido, o lo que sea que quieran llamarlo.
-Si, hay muchos a los que les gustaría poder creer eso, hijo –dijo Dirk-, yo incluido. Pero ¿Dónde está? Por lo que parece, huyó por su vida. Se podría pensar que si supiera algo que nosotros no sabemos, o tuviera algo especial dentro de si, estaría allí fuera ahora, peleando, oponiendo resistencia, en vez de esconderse. Y sabes, el Profeta presentó un caso bastante bueno contra él…
-¿El Profeta? –se burló Ted-. Mereces que te mientan si aún continuas leyendo esa porquería, Dirk. Si quieres los hechos, prueba con el Quibbler.
Hubo una súbita explosión de sofocos y arcadas además de gran cantidad de golpes. Por el ruido que hacían, Dirk se había tragado una espina de pescado. Al final balbuceó.
-¿El Quibbler? ¿Ese fancín lunático de Xeno Lovegood?
-No está tan lunático estos días. –dijo Ted-. Deberías echarle una ojeada. Xeno esta imprimiendo todas las cosas que el Profeta está ignorando, ni una sola mención acerca de Snorkacks de Cuernos Rugosos en el último ejemplar. Lo que me preocupa es cuanto tiempo más lo dejarán salirse con la suya, no lo sé. Pero Xeno dice, en la primera página de cada publicación, que todo brujo que esté en contra de Ya-sabes-quien debería tener como primera prioridad el ayudar a Harry Potter.
-Es difícil ayudar a un muchacho que ha desaparecido de la faz de la tierra -dijo Dirk.
-Escucha, el hecho de que aún no lo hayan atrapado es un tremendo logro –dijo Ted-. Gustosamente aceptaría sus consejos; es lo que estamos tratando de hacer, permanecer libres, ¿verdad?
-Si, bueno, ahí tienes razón –dijo Dirk lentamente-. Con todo el Ministerio y todos sus informantes buscándolo yo habría supuesto que a estas alturas ya lo habrían atrapado. Considerándolo, ¿quien nos asegura que no lo hayan capturado y matado sin haberlo difundido?
-Ah, no digas eso, Dirk. –murmuró Ted.
Hubo una larga pausa ocupada con otro alboroto de cuchillos y tenedores. Cuando volvieron a hablar fue para discutir si deberían dormir en la orilla o refugiarse en la ladera arbolada. Decidiendo que los árboles les darían una mejor cobertura, extinguieron el fuego, y luego treparon nuevamente la pendiente, las voces perdiéndose en la distancia.
Harry, Ron y Hermione enrollaron los Oídos Extensibles. Harry, que durante todo el tiempo que estuvieron escuchando a escondidas, había encontrado cada vez más difícil permanecer en silencio, ahora fue incapaz de decir nada más que:
-Ginny… la espada…
-Lo sé. –dijo Hermione.
Se abalanzó sobre el pequeño bolso bordado, esta vez hundiendo el brazo dentro de él justo hasta la axila.
-Aquí… lo… tengo… -dijo con los dientes apretados, y tiró de algo que evidentemente estaba en el fondo del bolso.
Paulatinamente, pudo verse el borde de un recargado marco de cuadro. Harry se apresuró a ayudarla. Mientras levantaban el vacío retrato de Phineas Nigellus para sacarlo del bolso, lo mantuvo apuntado con la varita, lista para conjurar un hechizo en cualquier momento.
-Si alguien cambió la verdadera espada por la falsa mientras estaba en la oficina de Dumbledore -jadeó, mientras apoyaban la pintura contra un lado de la tienda-, ¡Phineas Nigellus debería haber sido testigo, esta colgado justo al lado de la vitrina!
-A menos que estuviera durmiendo –dijo Harry, pero aún así contuvo el aliento mientras Hermione se arrodillaba frente al vacío lienzo, con la varita apuntada hacia el centro. Se aclaró la garganta y luego dijo: -Er… ¿Phineas? ¿Phineas Nigellus?
Nada ocurrió.
-¿Phineas Nigellus? –dijo Hermione otra vez-. ¿Profesor Black? Por favor… ¿Podemos hablar con usted? ¿Por favor?
-Decir por favor siempre ayuda. –dijo una fría y sarcástica voz, y Phineas Nigellus se deslizó dentro de su retrato. Al instante, Hermione gritó: -¡Obscuro!
Una venda negra apareció sobre los inteligentes ojos oscuros de Phineas Nigellus, provocando que se golpeara contra el marco y gritara de dolor.
-¿Qué… cómo te atreves… quién eres?
-Lo siento mucho, Profesor Black, -dijo Hermione-. ¡Pero es una precaución necesaria!
-¡Remueve este tonto aditamento enseguida! ¡Quítalo, te he dicho! ¡Estás arruinando una gran obra de arte! ¿Dónde estoy? ¿Qué está ocurriendo?
-No importa donde estamos. –dijo Harry, y Phineas Nigellus se congeló, abandonando los intentos de quitarse la venda pintada que le cubría el rostro.
-¿Será posible que esa sea la voz del huidizo Mr. Potter?
-Tal vez. –dijo Harry, sabiendo que esto mantendría a Phineas Nigellus interesado-. Tenemos un par de preguntas que hacerle… acerca de la espada de Gryffindor.
-Ah -dijo Phineas Nigellus, ahora volviendo la cabeza de un lado a otro en un esfuerzo por tratar de obtener un vistazo de Harry-. Si. Esa tonta chica actuó muy imprudentemente…
-No hable así de mi hermana. –dijo Ron bruscamente. Phineas Nigellus enarcó las cejas de forma arrogante.
-¿Quién más está ahí? –preguntó, girando la cabeza de lado a lado-. ¡Tu tono me desagrada! La muchacha y sus amigos fueron extremadamente temerarios. ¡Robarle al Director!
-No estaban robando. –dijo Harry-. La espada no es de Snape.
-Pertenece al colegio del Profesor Snape. –dijo Phineas Nigellus-. ¿Qué derecho tiene exactamente la joven Weasley sobre ella? ¡Se merecía el castigo, tanto como el idiota de Longbottom y la rareza de Lovegood!
-¡Neville no es un idiota y Luna no es una rareza! –dijo Hermione.
-¿Dónde estoy? –repitió Phineas Nigellus, empezando nuevamente a forcejear con la venda-. ¿Dónde me habéis traído? ¿Por qué me habéis sacado de la casa de mis ancestros?
-¡En este momento eso no es importante! ¿Cómo castigó Snape a Ginny, Neville y Luna? –preguntó Harry con apremio.
-El Profesor Snape los mandó al Bosque Prohibido, a hacer algún trabajo para el idiota de Hagrid.
-¡Hagrid no es un idiota! –dijo Hermione estridentemente.
-Y seguro que Snape pensó que eso era un castigo -dijo Harry-. Pero Ginny, Neville y Luna probablemente pasaron un rato agradable con Hagrid. El Bosque Prohibido… han pasado por cosas mucho peores que el Bosque Prohibido, ¡vaya cosa!
Se sintió aliviado; se había estado imaginando horrores, la maldición Cruciatus, como poco.
-Lo que realmente queríamos saber, Profesor Black, es si ¿alguien más, um, por alguna razón, ha sacado la espada? ¿Tal vez se la llevaron para limpiarla o… o algo?
Phineas Nigellus hizo una pausa en los forcejeos con que intentaba liberarse los ojos y se rió disimuladamente.
-Nacidos de muggles -dijo-. Las armas de hechura Goblin no necesitan limpieza, ingenua niña. La plata Goblin repele el polvo mundano, absorbiendo solamente aquello que la fortalece.
-No llame ingenua a Hermione. –dijo Harry.
-Me estoy cansando de que me contradigais. –dijo Phineas Nigellus-. ¿Tal vez sea hora de que regrese a la oficina del Director?
Aún vendado, comenzó a andar a tientas por el borde del marco, tratando de tantear su camino fuera de esta pintura y de regreso a la que estaba en Hogwarts. Harry tuvo una súbita inspiración.
-¡Dumbledore! ¿Puede traernos a Dumbledore?
-¿Perdón? –preguntó Phineas Nigellus.
-El retrato del Profesor Dumbledore… no podría traerlo con usted, aquí, a su propio retrato.
Phineas Nigellus volvió el rostro en dirección a la voz de Harry.
-Evidentemente no solamente los nacidos de muggles son ignorantes, Potter. Los retratos de Hogwarts pueden comunicarse entre ellos, pero no pueden viajar fuera del castillo excepto para visitar pinturas de si mismos colgadas en otros lugares. Dumbledore no puede venir conmigo aquí, y después del tratamiento que he recibido en vuestras manos. ¡Os aseguro que no regresaré a visitaros!
Ligeramente cabizbajo, Harry observó como Phineas redoblaba sus esfuerzos para dejar el marco.
-Profesor Black -dijo Hermione-, ¿No podría decirnos, por favor, cuando fue la última vez que la espada fue sacada de la vitrina? ¿Me refiero a antes de que Ginny la tomara?
Phineas bufó impacientemente.
-Creo que la última vez que vi la espada de Gryffindor fuera de la vitrina fue cuando el Profesor Dumbledore la usó para abrir un anillo de un golpe.
Hermione se giro vivamente para mirar a Harry. Ninguno de ellos se atrevía a decir nada más delante de Phineas Nigellus, que al fin se las había arreglado para encontrar la salida.
-Bien, buenas noches tengan ustedes. –dijo algo gruñón, y empezó a apartarse de la vista otra vez. Solo el borde de su sombrero de ala quedaba a la vista cuando Harry dio un inesperado grito.
-¡Espere! ¿Le contó a Snape que había visto eso?
Phineas Nigellus metió la vendada cabeza nuevamente dentro del cuadro.
-El Profesor Snape tiene cosas más importantes en su mente que las muchas excentricidades de Albus Dumbledore. ¡Adiós, Potter!
Y diciendo esto, se desvaneció por completo, dejando detrás de él nada más que el sombrío telón de fondo.
-¡Harry! –gritó Hermione.
-¡Lo sé! –gritó Harry. Incapaz de contenerse a si mismo, dio un puñetazo al aire; era más de lo que se había atrevido a esperar. Caminó a zancadas por la tienda, de arriba abajo, sintiendo que podría correr una milla entera; Ya ni siquiera tenía hambre. Hermione comprimía el retrato de Phineas Nigellus metiéndolo nuevamente dentro del bolso bordado; cuando hubo cerrado el cierre tiró el bolso de vuelta a un lado y levanto la cara brillante hacia Harry.
-¡La espada puede destruir Horcruxes! Las hojas fabricadas por los Goblins absorben solo aquello que las fortalece… ¡Harry esa espada esta impregnada con veneno de basilisco!
-Y Dumbledore no me la entregó antes porque aún la necesitaba, quería usarla en el Relicario…
-…y debe de haberse percatado que no te dejarían tenerla si te la dejaba en su testamento…
-… Por lo que hizo una réplica…
-… Y puso una falsificación en la vitrina…
-… Y dejó la verdadera… ¿Dónde?
Se miraron uno al otro; Harry sentía que la respuesta estaba colgando invisible en el aire que había sobre ellos, tentadoramente cerca. ¿Por qué no se lo había dicho Dumbledore? ¿O, de hecho, se lo dijo a Harry, pero Harry no se dio cuenta en ese momento?
-¡Piensa! –susurró Hermione-. ¡Piensa! ¿Donde podría haberla dejado?
-No en Hogwarts. –dijo Harry, reanudando su paseo.
-¿En algún lugar de Hogsmeade? –sugirió Hermione.
-¿En la Casa de los Gritos? –dijo Harry-. Nunca va nadie por allí.
-Pero Snape sabe como llegar allí, ¿No sería eso un poco arriesgado?
-Dumbledore confiaba en Snape. –le recordó Harry.
-No lo suficiente como para decirle que había intercambiado las espadas. –dijo Hermione.
-¡Si, tienes razón! –dijo Harry, y se sintió incluso más alegre ante el pensamiento de que Dumbledore había tenido ciertas reservas, aunque fueran leves, sobre la honradez de Snape-. Por lo que habrá escondido la espada bien lejos de Hogsmeade ¿Qué supones tú, Ron? ¿Ron?
Harry miro a su alrededor. Por un desconcertante momento pensó que Ron había dejado la tienda, luego se dio cuenta que Ron estaba tendido en una litera envuelto en las sombras, inmovil.
-Oh, os habéis acordado de mi, ¿eh? –dijo.
-¿Qué?
Ron bufó con la vista fija en la parte de abajo de la litera superior.
-Proseguid. No dejeis que os estropee la diversión.
Perplejo, Harry miró a Hermione en busca de ayuda, pero ella negó con la cabeza, aparentemente tan confusa como él.
-¿Cuál es el problema? –preguntó Harry.
-¿Problema? No hay ningún problema. –dijo Ron aún rehusando mirar a Harry-. No en lo que a ti respecta, de cualquier forma.
Se escucharon varios golpes sordos en la lona sobre sus cabezas. Había empezado a llover.
-Bueno, evidentemente tienes un problema. –dijo Harry-. Escúpelo, ¿quieres?
Ron balanceó las largas piernas fuera de la cama y se sentó. Se le veía sórdido, no parecía él mismo.
-Esta bien, lo escupiré. No esperes que salte arriba y abajo por toda la tienda porque hay otra condenada cosa que debemos encontrar. Añádela a la lista de cosas que no sabes.
-¿Qué no sé? –repitió Harry-. ¿Qué no sé?
Plunk, plunk, plunk. La lluvia caía cada vez más fuerte y pesada; produciendo leves ruidos en la capa de hojas esparcidas alrededor de ellos y chapoteando en el río a través de la oscuridad. El temor apagó el júbilo de Harry. Ron estaba diciendo exactamente lo que había sospechado y temido que estuviera pensando.
-No es como si estuviera pasando el mejor momento de mi vida aquí, -dijo Ron-. Sabes, con el brazo estropeado y nada que comer y congelándome el trasero todas las noches. Solo tenía la esperanza, sabes, de que después de haber estado dando vueltas durante semanas, hubiéramos logrado algo.
-Ron –dijo Hermione, pero con una voz tan baja que Ron podía pretender no haberla oído sobre el ruidoso tamborileo de la lluvia que ahora golpeaba la tienda.
-Creí que sabías para lo que te habías ofrecido voluntario. –dijo Harry.
-Si, yo también creía saberlo.
-Entonces ¿Qué parte de ello no esta colmando tus expectativas? –preguntó Harry. El enfado venía en su auxilio ahora-. ¿Creías que nos alojaríamos en hoteles cinco estrellas? ¿Qué encontraríamos un Horcrux cada dos por tres? ¿Pensabas que volverías con tu mami para navidad?
-¡Pensamos que sabías lo que estabas haciendo! –grito Ron, poniéndose de pie, y sus palabras traspasaron a Harry como cuchillos ardientes-. ¡Pensamos que Dumbledore te había dicho qué hacer, pensamos que tenías un verdadero plan!
-¡Ron! –dijo Hermione, esta vez de forma claramente audible sobre la lluvia que retumbaba contra el techo de la tienda, pero otra vez la ignoró.
-Bueno siento haberte desilusionado. –dijo Harry, su voz lo bastante serena aunque se sentía vacío, inadecuado-. Fui honesto contigo desde el principio. Te dije todo lo que Dumbledore me había dicho. Y en caso que no te hayas dado cuenta, encontramos un Horcrux…
-Si, y estamos casi tan cerca de librarnos de él como lo estamos de encontrar el resto de ellos… ¡En otras palabras, para nada cercanos, maldición!
-Quítate el relicario, Ron. –dijo Hermione, su voz inusualmente alta-. Por favor quítatelo. No estarías hablando de esa forma si no hubieras estado usándolo todo el día.
-Si, lo haría. –dijo Harry, que no quería que le buscaran excusas a la actuación de Ron-. ¿En serio creeis que no he adivinado que pensabais estas cosas?
-Harry, nosotros no estábamos…
-¡No mientas! –le lanzó Ron-. Tu también lo dijiste, dijiste que estabas desilusionada, dijiste que habías creído que tenía algo más en lo que apoyarse, además de…
-No lo dije de esa forma, Harry, ¡No lo hice! –lloró.
La lluvia aporreaba la tienda, por el rostro de Hermione caían las lágrimas, y la emoción que había sentido hacía unos minutos se desvaneció como si nunca la hubiera experimentado, un fuego artificial de corta vida que había brillado y muerto, dejándolo todo oscuro, mojado y frío. La espada de Gryffindor estaba escondida y no sabían dónde, y eran tres adolescentes en una tienda cuya única hazaña hasta el momento consistía en no estar muertos, aún.
-¿Entonces por qué estáis aquí aún? –le preguntó Harry a Ron.
-Que me registren.
-Iros a casa, entonces. –dijo Harry.
-¡Si, tal vez lo haga! –gritó Ron, y dio varios pasos hacia Harry, que no se echó para atrás-. ¿No escuchaste lo que dijeron de mi hermana? Pero no das un pedo de gato, no. Es solo el Bosque Prohibido. Ha-enfrentado-cosas-peores, a Harry Potter no le importa lo que le pase a ella allí… bueno a mi si, entiendes, arañas gigantes y juegos de mente…
-Lo que quise decir… es que estaba con los demás, estaban con Hagrid…
-Si, lo entiendo, ¡No te importa! Y que hay acerca del resto de mi familia, “los Weasley lo que menos que necesitan es más hijos heridos” ¿oíste eso?
-Si, yo…
-¿Sin embargo no te preocupó lo que quiso decir con eso?
-¡Ron! –dijo Hermione, forzando su camino para interponerse entre ellos-. No creo que signifique que haya pasado nada nuevo, nada de lo que no estemos enterados; piensa, Ron, Bill ya tiene una cicatriz, a esta altura mucha gente debe haber visto que George perdió una oreja, y se supone que tú estás en tu lecho de muerte con Spattergroit. Estoy segura que eso fue lo que quiso decir…
-Oh, estás segura, ¿verdad? Bueno, entonces, no me preocuparé por ellos. Para ti también está todo bien, ¿no es cierto? Con tus padres a salvo fuera del camino…
-¡Mis padres están muertos! –rugió Harry.
-¡Y los míos podrían estar en el mismo camino! –gritó Ron.
-Entonces ¡VETE! –rugió Harry-. Regresa con ellos, pretende que te recuperaste del Spattergroit y tu madre podrá alimentarte bien y…
Ron hizo un movimiento súbito. Harry reaccionó, pero antes de que cualquiera de las dos varitas estuviera fuera de los bolsillos de sus propietarios, Hermione había levantado la suya.
-¡Protego! –gritó, y un escudo invisible se extendió entre ella y Harry de un lado y Ron del otro; todos ellos se vieron forzados a retroceder unos pocos pasos por la fuerza del hechizo, y Harry y Ron se miraban insistentemente a cada lado de la transparente barrera como si se vieran claramente uno al otro por primera vez. Harry sintió un odio corrosivo contra Ron. Algo se había roto entre ellos.
-Deja el Horcrux. –dijo Harry.
Ron se pasó la cadena por sobre la cabeza y tiró el relicario sobre una silla cercana. Se giró hacia Hermione.
-¿Que vas a hacer?
-¿A que te refieres?
-¿Te quedas, o qué?
-Yo… -se veía angustiada-. Si…si, me quedo. Ron, dijimos que iríamos con Harry. Dijimos que lo ayudaríamos.
-Lo entiendo. Lo eliges a él.
-Ron, no… por favor… regresa, ¡Regresa!
Se vio obstruida por su propio encantamiento escudo; para cuando lo hubo levantado él ya había salido rabiando hacia la noche. Harry permaneció inmóvil y en silencio, escuchándola sollozar y gritar el nombre de Ron entre los árboles.
Después de unos pocos minutos regresó, el empapado cabello pegado contra la cara.
-¡Se ha i-i-ido! ¡Se ha Desaparecido!
Se tiró sobre una silla, se encogió sobre sí misma, y empezó a llorar.
Harry se sentía aturdido. Se detuvo, levantó el Horcrux, y lo colocó alrededor de su cuello. Sacó las mantas de la litera de Ron y las tiró sobre Hermione. Luego trepó a su propia cama y miró al oscuro techo de lona, escuchando el repiqueteo de la lluvia.

*1 Pass-the-Parcel. Es un juego para niños donde se sientan en círculo y se pasan un paquete envuelto con varias capas de papel de regalo y que contiene varios regalos en su interior escondidos entre las distintas capas de papel. El paquete se va pasando de mano en mano al son de la música. Cuando la música se detiene, el jugador que tenga el paquete entre las manos puede quitarle una capa de papel y si encuentra un premio allí puedo quedárselo, hasta llegar a la última envoltura que contiene el premio mayor.

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